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Pastor Alfonso Herrera Lastra

La Joven hablaba con su padre y se quejaba de la vida que llevaba y lo difícil que era para ella alcanzar sus metas y luchar con todo lo que para ella también le parecía injusto. – “Ya no sé qué hacer papá, en ocasiones siento que voy a desfallecer, me siento con deseos de renunciar a todo, aún hasta de la propia vida. Me siento cansada de luchar, cuando un problema creo haber resuelto surge otro y luego otro, papá, ya no aguanto”.

Su padre, le escuchaba atentamente y sin hacer minimizar el dolor de su hija, le llevó a la cocina.

Durante el día él trabajaba en la cocina de un restaurante de la ciudad. Con ternura le pidió que ella se sentara en la mesa y observara atentamente lo que él iba a hacer. Por un momento ella pensó, – Creo que ni a mi papá le interesan mis problemas –

El padre llenó tres cacerolas con agua y las puso sobre la hornilla a la misma temperatura. Le pidió a la joven le pasara del refrigerador un huevo y una papa, – ah y por favor de la alacena por favor pásame unos granos de café. Ella algo inquieta y un poco decepcionada lo hizo. El hombre colocó el primer recipiente el huevo, en el segundo la papa y finalmente en el tercero los granos de café. Los ingredientes comenzaron a cocinarse y por varios minutos la espera se hizo un tanto silenciosa, la joven se preguntaba qué es lo que su padre hacía con todo esto que le parecía un disparate.

Al cabo de unos veinte minutos, el padre apagó las hornillas. Sacó el huevo del recipiente y lo puso en un tazón, después hizo lo mismo con la papa y finalmente tomó una taza y sirvió el café. –“¿Que ves hija?”- preguntó el padre. –“pues un huevo… una papa… y una taza de café”- respondió algo malhumorada y molesta la joven.

Con delicadeza le tomó la mano a su hija y le pidió que tomara el huevo y lo rompiera. Al quitarle la cascar al huevo encontró el interior del mismo endurecido. Luego tomó la papa y al hacerlo notó que esta estaba blanda y fácilmente se podía aun hacer papila. Finalmente le pidió que probara el café, y así lo hizo deleitándose con su rico sabor y aroma.

– “¿Qué me quieres decir con esto papá?, no entiendo que tiene que ver con mis problemas que te acabo de contar”.

El padre con paciencia le explicó: – “Cada uno de los elementos que pusimos en las cacerolas habían enfrentado la misma “adversidad”, el agua caliente y a la misma temperatura, sin embargo cada uno de ellos reaccionó de manera distinta. El huevo fue al agua con fragilidad, su interior liquido estaba protegido por una débil cascara, pero después de haber experimentado el agua caliente su interior se endureció. La papa fue al agua dura y fuerte, pero después de unos minutos se puso blanda y débil. Sin embargo los granos de café fueron distintos, después de estar en el agua caliente, estos transformaron el agua, y no sólo eso sino que además el ambiente fue impregnado de un olor agradable”.

La joven se quedó pensando en esta explicación. Su padre, aprovechó para hacerle la siguiente pregunta, – “¿A cuál de estos te pareces tu?”.

¿Qué le parece? Cuando la adversidad golpea a nuestra puerta, ¿cómo respondemos? ¿Somos como el huevo? O ¿Quizá como la papa? Y tal vez ¿como los granos de café?

¿Somos como el huevo que al comienzo somos suaves en nuestro interior, pero el fuego de los sinsabores y desilusiones nos van endureciendo? Tal vez la enfermedad, la pérdida de un ser querido, un rompimiento familiar, un accidente en fin, cuantas cosas suceden en nuestra vida cotidiana que hacen que nuestro interior se vaya endureciendo con el tiempo y nuestro corazón se vaya llenando de amargura.

O tal vez como la papa, por fuera aparentemos fortaleza, pero el fuego de las pruebas nos ablande y perdamos fortaleza de carácter.

Ah pero que gran diferencia es parecernos al grano del café. Fue el grano quien al entrar al agua caliente transformó el agua  y no el agua al grano. Se dice que para que el café suelte todo su sabor el agua tiene que calentarse a unos 100 °C, es decir que mientras más alta la temperatura más sabor le da al agua.

Si somos como el grano de café, mientras peor luzca la situación a nuestro alrededor, más transformaremos nuestro entorno. Un sabor agradable y un olor que llenará la casa, y quienes estén en nuestro derredor quieran permanecer por más tiempo a nuestro lado, y no porque les “disfracemos” la vida, sino porque somos capaces de levantar la cabeza y con firmeza y aun así ser los que animamos y le damos sabor a la vida.

¿Cómo manejamos la adversidad?

Nadie ha dicho que la vida es fácil. Jesús mismo declaró: “…En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

En una ocasión el apóstol Pablo expresó como  la adversidad había tocado a la puerta de su vida y la forma en la que él había reaccionado: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados, en apuros, mas no desesperados, perseguidos mas no desamparados, derribados pero no destruidos”. (2ª Corintios 4:8 y 9).

Es la actitud ante la vida la que nos derrota o nos deja en el piso.

Pero no solamente es un pensamiento positivo, sino una certeza que hay Alguien Superior a nosotros, que en nuestras debilidades nos da Su Fortaleza y nos anima. Hoy en este FIN DE SEMANA e inicio de la que viene, tengamos el firme propósito de ser como el grano de café, y le demos sabor a la vida y sobre todo ese olor grato que tanto está necesitando nuestra sociedad,

¿Quiere convertirse en ese grano de café?

¡Gracias por su atención!


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