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L.C.C Annabel Balderas Carrillo

Hay una frase que no recuerdo a ciencia cierta muy bien cómo va, pero que dice masomenos así “hay que tener cuidado con lo que decimos porque podemos ser esclavos de nuestras palabras”.
Y luego entonces me pregunto, ¿Aplica igual para cuando no las decimos? ¿Qué pasa cuando queremos decirlas pero no nos dejan? ¿Nos esclavizamos de todas formas?
Al final, son palabras que guardamos en nuestro haber y que para bien o para mal, son creadas en nuestra mente para enviarlas a nuestro receptor, pero entonces, si no las decimos o las escribimos, ¿qué ocurre? Sucede que no siempre será posible expresarnos como quisiéramos, ni poder hablar libremente y encontrar tranquilidad, suele pasar, que esas barreras que nos permiten hablar, no siempre son propias, no digo que la pena, el miedo o la duda no se involucren, hay quienes son más introvertidos y les resulta más fácil no expresarse y esperar un buen momento, pero hay quienes son lo contrario, y al instante de querer hablar, simple y sencillamente, factores ajenos, nos detienen. Obstáculos que cumplen la función de frenar nuestro ímpetu por dialogar: el tiempo, las circunstancias, el contexto, el medio, inclusive, hasta el mismo receptor (y se los dice alguien que es conocedora de la comunicación), a veces, por muy bien estructurado que se encuentre nuestro mensaje, el mismo receptor no nos deja expresarnos.
Entonces, nos encontramos en un dilema, ¿hablar o no hablar? Si optamos por hacerlo, buscamos alternativas que nos lleven a lograr nuestro objetivo, no esclavizarnos por lo que decimos, sino liberar el alma y el sentir y poder tirar la piedra que traemos cargando por palabras que conllevan un sentimiento que son más ligeras que el aire, pero pesadas como una roca.
Pero si optamos por no hablar, por alguna extraña razón, ocurren dos fenómenos: o nos arrepentimos o nos seguimos como hilo de media; sigo sin entender por qué nos genera tanto pánico arrepentirnos de lo que decimos, una vez soltada la palabra, hay que rematarla como debe ser, pero aquellos factores que nos bloquean, se hacen presentes y solo cuando estamos solos, sabemos que decir, la respuesta perfecta, las palabras adecuadas, pero jamás, cuando estamos en el instante.
O en el caso contrario, parece que al fin la piedra nos ha liberado de tanto peso, y una vez que tomamos confianza o sentimos ese alivio, es tan rico nuestro sentir, que lo hacemos seguido o soltamos todo de golpe, y no es que sea malo, sino, que traemos tanto atravesado, que no nos damos cuenta de todo lo que cargábamos y sentimos que al fin, somos libres, desafortunadamente, no puedo decir cuál es el resultado, porque al igual que tú, estoy en el proceso de liberación , estoy en ese camino que me lleva a tirar la piedra que llevo en la espalda y que solo me genera sentimientos que se apoderan de mi vivir, que irónicamente, no me dejan vivir. Pero lo que sí puedo decirte, es que mi espalda cada día, está mucho mejor, que mi mente se está liberando poco a poco y ahora ya puedo sentirme en paz, no del todo, pero en eso estoy trabajando.
Y por último, hay palabras, que por más que se expresen, jamás podrán ser escuchadas, aquellas palabras que generan conflictos internos, cuestionamientos inciertos, pero sobretodo, desánimo en quien las produce, porque al ser soltadas, siguen atándonos a un peso que no nos libera, hablo de aquellas palabras que son censuradas, que no son escuchadas, que son víctimas de circunstancias ajenas y mal manejadas, aquellas palabras que llegan a oídos sordos, que a pesar de estar en el mismo idioma, pareciera que no lo es; palabras enfundadas con hechos, con bases y fundamentos, y que, aun así, no son escuchadas. Son esos mensajes que no traspasan y mueren en el intento por ser comprendidas, y que se convierten en un doble peso para quien las cargaba. O aquellas, que por más que se coloquen en rojo y en mayúsculas, pareciera que no se ven; de quienes, por más que alcen la voz, jamás serán correspondidas como debiera ser.
Al final, cada palabra tiene un significado, un sentimiento, una acción que involucra a nuestro ser, y que sin importar su entorno, esas palabras, nos pueden esclavizar, pero no a ellas, sino a nosotros mismos, porque entonces, quiere decir, que no somos libres, no de acciones, sino de emociones.


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