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Pastor Alfonso Herrera Lastra

Se cuenta una historia en Etiopía de  un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:
– “No puedo dividir en tres los que poseo. Eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de ustedes. He decidido dar todo lo que tengo como herencia al que se muestre más hábil, más inteligente, más astuto, más sagaz, es decir, dicho de otra forma, a mi mejor hijo. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes, tómenla. El que compre con esa moneda algo con que llenar la casa se quedará con toda la herencia”.
Los hijos salieron apurados tratando de hacer que con la moneda que tenían pudieran comprar algo con lo que llenarían la casa.
El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad de la casa. Este se quedó esperando ver si los siguientes hermanos le superarían.

 

El segundo hijo compró algunos sacos de plumas, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior.
Ambos quedaron ahora en espera del tercer hermano y ver si podría superar la hazaña realizada y cumplir con el reto del padre.

 

El tercer hijo llegó con calma a casa, sólo había comprado un pequeño objeto, era una vela, si una simple vela. Éste esperó que cayera la noche y la oscuridad se hiciera presente. Con calma encendió la vela y llenó la casa de luz.
Obviamente este fue el que obtuvo la herencia.

A esto podríamos llamar sagacidad. Se define sagacidad como la habilidad para comprender las cosas y percibir con claridad lo que conllevan. Pero hay un detalle más en esto y es la forma en la que hacemos las cosas con “simplicidad”, que ojo es diferente a “simpleza”.

Somos especialistas en complicarnos las cosas y hacer que la vida se torne difícil por lo complicados que nos hemos vuelto.
Una de las virtudes más admiradas de la “espiritualidad antigua” es la simplicidad.

¿En qué consiste la simplicidad cristiana? Permítame un momento. La “simplicidad Cristiana” es el no desviarnos del propósito en la vida cristiana sino agradar a Dios y por lo tanto que esa sea la finalidad de todos nuestros actos.

La historia de Marta y de María  es un ejemplo que nos puede ayudar a entender esto.
El propósito de Marta, tal como aparece en la narración de Lucas, era digno de admirar: Ella quería atender a Jesús como huésped de la manera más apropiada.
Pero Jesús la reconvino suavemente: “¡Marta, Marta! Estás preocupada de muchas cosas…” (Lucas 10:41).
¿Cuáles serían estas preocupaciones? Que los cubiertos y el mantel estén bien limpios, que la mesa esté bien servida, que los diferentes platos de comida estén en su punto y apetecibles, como se preocupa cualquier buena ama de casa cuando tiene invitados.

Pero todas estas preocupaciones la desviaban del objetivo principal: Escuchar a Jesús y  poner sus ojos en Él. “Una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte y no le será quitada” (v. 42).
La simplicidad nos permite ser indiferentes con la alabanza y/o la crítica hacia nuestra persona.
La primera la agradecemos con toda simplicidad, sin falsa modestia.
La segunda aún más (la seguimos agradeciendo) porque nos enseña a ser humildes.

Pero ¿a cuántos las críticas nos molestan, nos impacientan, nos ofenden? Nos inquietan porque, en el fondo, detrás de la fachada de arrogancia, somos inseguros. Nos molestan porque necesitamos ser constantemente alabados.

Mi yo inseguro requiere del bálsamo de la adulación para sentirse bien. Pero si nos contentamos con agradar a Dios, no nos molestan nuestras deficiencias y nuestros defectos. ¿Qué había escogido María? Ella no trataba de quedar bien con Jesús. No trataba de agradar a los demás huéspedes. Ella sólo tenía un objetivo: Beber las palabras de Jesús, ver su rostro con una pasión y amor por Él. Eso era lo más importante y no le sería quitado.

¿Cuántas de nuestras ocupaciones preferidas, o de las actividades con que nos ganamos la vida, nos serán algún día quitadas?
Sea porque nos cambian de puesto en el trabajo o porque nos despidan.  O simplemente porque nos mudamos de casa y nos vamos a vivir a otro lugar lejos de mis amistados y relaciones.
Pero a María Jesús le dijo: “Esto no te será quitado”.

Cualquiera que sean los cambios radicales que podamos experimentar en la vida, una cosa puede permanecer siempre porque no depende de las circunstancias exteriores.
Que tenga un excelente FIN DE SEMANA y como siempre muchas gracias por su atención.


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