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Ahora que estoy en la etapa de mamá al cien por ciento he leído muchísimos artículos relacionados con el tema de crianza y he observado, desde mi postura de madre,  montones de fotos de mamás con sus crías.

Y no solamente de seres humanos, sino también el comportamiento de animales, de donde nació la inspiración para escribir este artículo dedicado especialmente a las mamás, ya que generalmente la mamá es quien se encarga del cuidado de los hijos, pero en realidad es una lectura para ambos padres involucrados e interesados, honestamente,  en el desarrollo de sus hijos.

Me encantan las ballenas desde que nadé con decenas de tiburones ballena en el mar del Caribe,  quedé fascinada por la impresión y la paz que sentí después de nadar con el animal más grande y poderoso del mundo. Fue entonces que empecé a leer y ver videos acerca de las diferentes especies de ballenas y sus características.

Lo que más llamó mi atención es cómo se comportan en la época de apareamiento.  Siempre van nadando con sus crías a un lado, el ballenato toma dos mil litros de leche al día y cuando la mamá siente que es suficiente se da vuelta para que el ballenato deje de comer y éste se enoja, podría tomar hasta diez mil litros de leche.

El ballenato molesto empieza a golpear con las aletas a su madre y ella no dice: “ay qué mala madre soy, debería darle más leche”. No, ella simplemente sigue nadando y da brincos sobre la superficie para enseñarle a su cría a saltar y jugar, éste lo intenta y no lo hace con mucha gracia y ella no dice: “ay qué pensarán los demás de que no enseño bien a mi hijo, si su padre estuviera aquí lo haría mejor”.
No, ella solo sigue su marcha en paz, confiada y tranquila.

Admirable ¿cierto? La verdad yo quisiera ser como una mamá ballena viviendo en paz en todo momento, confiando en la voz interior de mi intuición.
Sin juicios, sin crítica,  sin pensamientos preocupantes y diálogos internos mortificantes, sin expectativas. Sé que con esta actitud mi experiencia de vida como mamá sería más feliz y tranquila, y por consecuencia la vida de mi hija también.

Es natural e instintivo preocuparnos por nuestras crías, lo que no es natural es competir contra unos tabuladores en los consultorios del pediatra, de alguna institución educativa, algún artículo en internet o los compañeros de nuestros hijos.
Ver las diferencias con otros niños y contar con la guía de especialistas,  nos ayuda a estar alertas y saber si algo no va bien con nuestros hijos en alguna etapa o área de su desarrollo físico, mental y/o emocional, para así apoyarlos en superarlo.

Más no debemos de perder la perspectiva de amarlos incondicionalmente como son y respetarlos. A nosotros no nos gustaría que llegaran y nos compararan con el vecino porque él es un gran catador de vinos o es el alma de la fiesta y yo no ¿verdad? Lo mismo sucede con los niños, adolescentes y jóvenes. Solo que como adultos, nos sentimos con derecho y poder para juzgarlos y compararlos dañando su autoestima y sobre todo su corazón.

Confiemos en que aprenderán y vivirán las experiencias que su ser necesita vivir en el momento que lo necesiten. Sigamos nuestros instintos de madres como los cavernícolas y los animales. Yo creo que si lo practicamos, sí podemos lograr ser mamás más relajadas y menos exigentes con nosotras mismas. Estoy segura de que si lo lográramos, disfrutaríamos más nuestra tarea de madres. Tal vez en algunas áreas nos cueste ser más relajadas que en otras, por ejemplo,  tal vez a mi me cuesta relajarme en el tema de la comida, a otra mamá puede costarle en el área motriz de su hijo, o en el área de la socialización, del estudio, etc.

Más si prestamos atención en cuáles son nuestras mayores preocupaciones, podremos trabajar más en ellas y ocuparnos en lugar de preocuparnos.

Seamos cuidadosas, escuchemos nuestra intuición y permitamos ser a nuestros hijos quienes ellos son, no quienes nosotros queramos que sean. Démosles su tiempo y su espacio, no esperemos que a los 6 meses gateen, al año caminen, a los 4 se sepan el abecedario y a los 6 lean, que les guste el fútbol porque al papá le gusta el fútbol, que sean médicos como el abuelo.  Basta de guiarnos por una revista que nos diga qué hacer, no digo que dejemos de instruirnos con bibliografías, si no que seamos inteligentes y discernamos en lo que me checa a mí personalmente como mamá/papá con mi hijo(a) o no. Observemos y respetemos la personalidad, los intereses, las habilidades, el espacio y el ritmo de nuestros hijos.

Enseñémosles a saltar y jugar con nuestro ejemplo y guía haciéndolo con alegría, gozo y pasión.  Amemos y seamos como mamás ballenas: fuertes, felices, amorosa, seguras, libres,  juguetonas, intuitivas y poderosas. Así nuestros ballenatos también lo serán.


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