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“La muerte es una injusticia, pero lo peor no es la injusticia de la muerte propia, sino saber que los que amas morirán”, exclamo en la heladería y con los ojos muy abiertos – y ante la mirada atenta de la gente – me explicaba con todo el aliento de vida la importancia de no pasar los días decorando un pasillo como lo hacen las macetas.

Nuestra naturaleza mexicana apegada a la memoria de aquellos que se nos adelantaron tenemos 6 días consecutivos para rendirle culto al recuerdo de aquellos que han sido significantes en nuestras vidas. Distintas religiones, comparten la creencia de que después de que el cuerpo perece el alma permanece. Los habitantes de la india, aseguran que cuando muere el cuerpo, el alma sigue con vida y encarna en otro mortal, planteando así el dogma de la rueda de reencarnaciones – o el famoso Samsara-. El punto es que, por más que rasgue mis vestiduras y llene los mares con la sal de mis ojos,  no puedo hacer mucho con respecto a la muerte del otro pero, en lo que llega mi hora ¿Qué me aferra a la vida?

Mi voz acompañante convencido de su felicidad comentaba  lo mucho que le encantaría quedarse en los dulces treintas, confesándose un enamorado de la vida. Y es aquí donde comenzamos a descubrir todos los hilos rojos que nos unen a la misma, dando un sentido a nuestros pasos en la tierra. Entre mosaicos redescubrimos a Viktor Frankl quien después de  sobrevivir al holocausto nazi  crea la corriente psicológica llamada logoterapia.

Nuestro héroe provenía de familia judía vienesa, poseía estudios de psiquiatría y una especialidad en el tratamiento de la depresión y la prevención del suicidio. En 1942 fue deportado al campo de concentración nazi  con su padre y su esposa. Frankl, al igual que todos los “reclusos”, tuvo que despedirse de casi todo. Sólo llevó consigo una maleta, que al llegar al campo desapareció, y con ella, el manuscrito de  una obra que había acabado de escribir: “Psicoanálisis y existencialismo”.

Una vez llegando al campo, fue separado de su mujer, rasurado, despojado de sus ropas, obligado a  colocar su cuerpo en un tablón compartido con por lo menos 5 cuerpos más y sobreviviendo con trozos de pan. Y  como si esto no hubiera sido suficiente, las  frías temperaturas hacían lo suyo, la desnutrición pasaba factura al cuerpo y con su sistema de defensas tan bajo era el blanco perfecto para las enfermedades, la cereza del pastel: no poseían noticias de sus familiares. ¿Cómo sobrellevar esto?

Viktor Frankl lo cuenta en su libro “El hombre en busca de sentido”: “De vez en cuando yo levantaba la vista al cielo y veía diluirse las estrellas al primer albor rosáceo de la mañana, que comenzaba a mostrarse tras una oscura franja de nubes. Pero mi mente se aferraba a la imagen de mi mujer, a quien vislumbraba con extraña precisión. La oía contestarme, la veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. Real o no, su mirada era más luminosa que el sol del amanecer. Un pensamiento me petrificó: por primera vez en mi vida comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre. Fue entonces cuando aprehendí el significado del mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor. Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad —aunque sea sólo momentáneamente —si contempla al ser querido”.

Viktor no pudo reunirse nuevamente con su esposa. Ella, así como el resto de la familia, no sobrevivió al campo de concentración.

Al hombre, decía Frankl, se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino. Esta es una de sus máximas, el asumir el sufrimiento como parte intrínseca del ser humano.

Las personas buscan el sentido de su vida, pero lo que en realidad deberíamos hacer es vivir una vida con sentido. ¿Cómo se logra? Según Frankl, primero, teniendo un objetivo al que se llega a través de la acción, desde el aquí y ahora, es decir, establecer un propósito en la vida que marque los pasos con los que debemos danzar.

Después,  a través de los valores, recibir con el corazón lo que el mundo nos ofrece y por último reconocer el sufrimiento como parte inevitable de la condición humana, estableciendo una actitud consciente y valiente ante la adversidad.

Al final, yo me quedo con la idea de que el  amor es una herramienta clave para soportar un estado en el que parece, no es posible ninguna actitud positiva.  Aun ante la ausencia de la persona amada – que no se reduce a una pareja, sino a todo aquel a quien le sonría el corazón- pues  el amor es un sentimiento capaz de salvar y dar fuerzas. Bien lo decía Neruda: Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida.


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