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Derribados, pero no destruidos.

El teatro estaba abarrotado, pocos quisieron perderse la reaparición de quien consideraban un genio de la música, Ludwig van Beethoven.

El compositor llevaba más de diez años sin aparecer en escena.

Era un 7 de mayo de 1824 y en el Teatro de la Corte Imperial vienés (Kärntnertortheater de Viena) los asistentes de pie ovacionaban al compositor que por poco más de una hora les había deleitado.

El estruendo de la ovación estremeció aquel recinto después de haber dirigido y sorprendido a su auditorio el maestro con la conocida Sinfonía Nº 9, y que la partitura original de Beethoven, que se conserva casi completa en la Biblioteca Estatal de Berlín, ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Fueron seis años que tardó en componer la sinfonía por la que más sería recordado. Un encargo que la Sociedad Filarmónica de Londres le hizo en 1817, poniendo manos a la obra al año siguiente.

La obra, dicen los expertos, rompió con los esquemas hasta ese momento conocidos. Cuando el último movimiento acabó, tuvo que ser alertado por los músicos de la orquesta para que se diera la vuelta, Beethoven estaba completamente sordo.

Ludwig van Beethoven, desde los 27 años empezó a perder el oído, situación que le deprimió al grado de plantearse el suicidio.

Sin embargo se levantó para continuar a pesar de la circunstancias y el dolor emocional que le provocaba el no escuchar el sonido de lo que tanto amaba, la música. En medio de su dolor le escribió a un amigo lo siguiente: “Me apoderaré del destino agarrándolo por el cuello. No me dominará”.

Es increíble como en muchas ocasiones los problemas y adversidades que enfrentamos pueden sacar lo mejor de nosotros y producir el coraje para tomar “el toro por los cuernos” y levantarnos de nuevo.

Permítame dejarle estas palabras que escribió el Apóstol Pablo: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2ª Cor. 4:8-9 RV60).

No podemos ir por la vida negando y ocultando el dolor con una fe superficial y barata.

Si, sufrimos lloramos, caemos, sin embargo podemos levantarnos y fortalecernos en Dios. Refugiarnos en Él para poder continuar y levantarnos después de haber estado en la lona. Tampoco es vivir en la autoconmiseración y en la queja.

Tal vez haya momentos que se sienta angustiado y deprimido.

Tómese su tiempo, quizá necesite hacer uno que otro ajuste. Estar solo, llorar y sacar su dolor, es válido, pero no permita que el fracaso o el dolor le derroten.

Lo que realmente nos puede derrotar no es la adversidad sino el no tener el coraje para levantarnos.

Vamos, la pelea dura 12 rounds y apenas vamos en el sexto.

Agradezco sinceramente el permitirme llegar a usted, deseando de todo corazón se levante y continúe, si se puede… que tenga un excelente Fin de Semana.


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