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Necesitaba un hijo.

Cierto día encontraron a un anciano tendido en el piso y con pérdida de conocimiento en una calle de la ciudad de Brooklyn en los Estados Unidos.

Los paramédicos que llegaron al lugar de inmediato lo trasladaron al hospital más cercano. Las autoridades del hospital iniciaron las indagaciones para localizar a sus familiares. Una de las enfermeras después de hacer algunas llamadas le pareció haber encontrado al hijo de aquel anciano, un marino que trabajaba en una ciudad cercana al hospital.

Le notificaron inmediatamente y el joven se trasladó lo antes posible.

Cuando el marino llegó al hospital, la enfermera notificó al anciano que su hijo estaba ahí y que cuidaría de él por el resto de la noche.

El pobre hombre, tembloroso por los medicamentos que le habían administrado, levantó lentamente su brazo y tomo la mano del joven marino. El joven sin reparo alguno le tomó la mano y así estuvo por varias horas.

De vez en cuando la enfermera pasaba por la habitación y observaba la escena llena de compasión y ternura y le sugería al marino que se tomara un descanso mientras ella tomaba su lugar para cuidar del anciano, sin embargo el joven se rehusaba una y otra vez.

Cerca del amanecer sucedió lo inevitable, el anciano murió. Después de unos momentos de lágrimas, el joven se acercó a la enfermera y le hizo la siguiente pregunta:

-“Disculpe la molestia, ¿Quién era ese hombre?” a lo que la enfermera extrañada le observó con asombro haciendo la siguiente pregunta:

– “¿No era su padre?”

– “No”, dijo el marino, -“pero vi que se estaba muriendo y en ese momento el hombre necesitaba un hijo desesperadamente y por eso me quedé”.

En honor a la verdad después de leer esta historia personalmente me hice la siguiente pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que hice algo extraordinario para estar con alguien simplemente porque esa persona me necesitaba?

Solemos argumentar y justificar que bastante tenemos con nuestros problemas que andar cargando con los de otros. Pareciera ser que la indolencia es una de las muchas características de una sociedad que día a día se descompone y nosotros somos participes de esa situación.

Edmund Burke, filosofo de origen irlandés, allá por el siglo XVIII dijo lo siguiente:

“Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada”.

Si usted tiene una Biblia a la mano le invito a abrirla y leer detenidamente en el Evangelio de Lucas capítulo 10 de los versículos 25 al 37 en la historia que conocemos como la parábola del Buen Samaritano, estoy seguro que hallará una gran lección.

¿Qué le parece si nos proponemos a realizar ajustes en nuestra vida hoy?

Dejemos de ver nuestras carencias y tomemos un tiempo para tender nuestra mano o pasar un tiempo con alguien que lo está necesitando hoy.

Dejar de lado el egoísmo y volvernos sensibles a las necesidades de nuestro prójimo. Gracias por su tiempo y deseo tenga un excelente Fin de Semana.


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