Select Page

Alfonso Herrera Lastra

.

El cargador de agua tenía dos grandes jarrones de barro que colgaban a los extremos de un palo, mismo que llevaba sobre sus hombres. Uno de aquellos jarrones tenía varias grietas que el tiempo y el trabajo continuo le habían ocasionado. Mientras que el otro jarrón, por  alguna extraña causa era casi perfecto, pues conservaba toda el agua que aquel hombre vertía sobre este desde el arroyo cristalino hasta la casa del patrón.

Cuando llegaba el hombre, la vasija agrietada solo contenía la mitad del agua que al pie del arroyo se le había puesto. Esta situación se repitió durante dos largos años diariamente. Desde luego que el jarrón “perfecto” estaba muy orgulloso de sus logros, pues se veía a sí mismo tan perfecto para los fines para los cuales fue creado. En cambio, el pobre jarrón agrietado se sentía muy avergonzado desde su propia imperfección, se sentía miserable, porque solo podía hacer la mitad de lo que se suponía era su obligación.

Una mañana muy temprano, el jarrón se armó de valor y le expresó su sentir al hombre: – “Estoy muy avergonzado y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas todo este tiempo solo has podido entregar la mitad de carga y por consecuencia solo obtienes la mitad de lo que deberías de recibir”. El hombre algo apesadumbrado por el tono con el que el jarrón se había expresado le dijo compasivamente: -“Cuando regresemos del arroyo y vayamos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino”. Y así lo hizo el jarrón, aunque un poco en contra de su ánimo. En efecto, observo una infinidad de flores hermosas a lo largo de todo el trayecto. Aún así esto no le levantó el ánimo, seguía sintiéndose apenado e inútil, porque al final de la jornada solo quedaba dentro de sí, la mitad de agua que debía llevar.

Después de poner el agua de ambos jarrones en su respectivo lugar, el hombre le dijo entonces: -“¿Te diste cuenta que las flores solo crecen en tu lado a lo largo de todo el camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores por todo el sendero que diariamente transitamos, especialmente de tu lado y todos los días las has regado. Por dos años yo he podido recoger flores para decorar la mesa de mi maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todos tus defectos, no hubiera sido posible crear este bello panorama”.

¿No le parece interesante? Nos pasamos una  parte de nuestra vida lamentando nuestras desdichas, nuestras carencias…nuestras grietas. Anhelamos tener o parecernos a “jarrones” sobresalientes, perfectos y completos (según nuestra perspectiva) al grado de vivir en un lamento continuo.

Pablo, el apóstol, en una etapa de su vida se sintió algo frustrado por una situación que el mismo describió como una espina, o aguijón en su carne, y bajo esas circunstancia había orado a Dios que se lo quitara, y la respuesta de Dios no se dejó esperar…¿Se lo quitó? Pues para su sorpresa permítame decir le que no fue así, sino que Dios le dijo: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad” ( 2a. Corintios 12:9).

Cuando crea que su vida está desquebrajada y rota y que no tiene sentido seguir adelante, recuerde que Dios usa jarrones rotos, y a través de ellos desea manifestar su amor y su gracia salvadora, y que son precisamente aquellas imperfecciones y grietas las que Dios usará para bendecir a otros. Gracias por su atención y que tenga un excelente Fin de Semana.

.

Para comentarios diríjase al foro respectivo


TAGS