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Rigoberto de la Oca inspira profundo para acomodarse una vez más en su curul, ya son más de 8 horas que a veces entre sueños ve, escucha y poco entiende de los mensajes de sus compañeros legisladores que siguen con las mismas pendejadas de siempre, ¡qué flojera ¡-se dice a sus adentros-.

Rigo ya está hasta la madre, extraña las mañanas serenas de la playa, los almuerzos suculentos y sin prisa de los portales, y ahora a la fuerza debe estar hasta que termine la sesión y por fin pueda iniciar sus vacaciones.

Rigo es diputado por obra y gracias de su compadre Ruperto, sabio político de alcurnia, que no solo dirige a los diputados de su bancada, sino que es el jefe nacional de su partido; como para distraerse empieza a recordar aquella época en que lo conoció, cuando todo enclenque y desnutrido recorría su estado acompañando al preciso para la grande, y él, solo porque le inspiró ternura, porque en cierta forma le recordaba a su hijo que vivía con los gabachos, le dio cobijo en su casa cuando el efectivo salió con pies en polvorosa al confrontarse con los líderes de la comarca, con esos que saben usar armas, amenazan y muchas veces matan. Lo tuvo en su casa una semana, y aunque mucha gente sospechaba, no se atrevieron a denunciarlo. Lo vistió con ropa de su mujer y una madrugada lo sacó del pueblo hasta dejarlo en la misma capital.

Quién lo diría que, al paso de los años, el preciso se sentaría en la grande y Ruperto –ya para entonces su compadre de grado – se haría famoso y muy poderoso. Lo hizo diputado sin competir, y aunque la pasa a toda madre, gana por solo levantar la mano cuando le indican, muchas veces le da pena, sobre todo cuando los de la tela hablan mal de todos los que hacen leyes.

Hoy es su último día de trabajo antes de entregarse a las fiestas de fin de año, tiene muchas cosas pendientes: tomarse fotos con los niños del DIF de su ciudad, ir al asilo a dejar cobijas y demás cosas que su secretario particular ya le ha organizado; le fastidian, pero sabe que debe cumplir.

Sebastián, su gran amigo de muchos años lo invitó a que visiten un nuevo antro que la verdad lo ha inquietado mucho, le asegura que es ULTRA-EXCLUSIVO, que inclusive solo acepta gente recomendada, y que durante este mes debe conocer el santo y seña con toda claridad: tocar el timbre, y le dirán: ¿el niño del tambor? Y él debe contestar: rom pom pom pom, rom pom pom, pom, si no falla, se le abrirán las puertas del paraíso; por cierto Sebas le ha dicho que las anfitrionas son atentas y siempre dispuestas a dar sensaciones nuevas.
¡Este Sebas siempre sabe de lo último ¡

Por cierto, le dijeron que en este sitio de recogimiento no hay riesgo de COVID 19, porque todas las doncellas están siempre debidamente sanitizadas, o ¿satanizadas?, en fin, es lo mismo. Rigoberto de la Oca no es mala persona, pero es diputado, y con descaro desenfrenado aceptó el bono decembrino de doscientos cincuenta mil pesos que otros estúpidamente los rechazaron por los decires de algunos medios de comunicación; piensa darle la mitad a su mujer que jode y jode con visitar al cirujano plástico, y la compra que no para de Botox que desde que inició es una renta constante.

Cómo trata de atarantados y torpes a los que siguiendo el mensaje del efectivo, hasta dejaron su bono, o lo peor, no usan cubrebocas porque eso es ser solidarios: ¡pinches borregos¡

Cuando se dirigía a la villa antes de regresar a su ciudad –porque eso si Rigo es muy guadalupano y aunque ahora está cerrada, sabe que siempre lo escucha, aunque sea a lo lejos- un niño con cara redonda y con cuarteaduras en los cachetes por el frio, le entregó un papel arrugado diciéndole con claridad: “es para usted”, se detuvo y empezó a leer:

“Sé que es una persona buena porque está leyendo, ayúdenos, tengo cuatro hijos y no he podido trabajar en los últimos meses por estar enferma, y por la famosa pandemia, no le estoy pidiendo dinero, solo unos juguetes para mis hijos, Toñito el que le dio la carta, cree que el niño Dios trae regalos, le he dicho que no a todos, aunque se hayan portado bien, pero él dice que podrá descubrir al verdadero Santa Clause, y cree que es usted”

Rigo temblaba como una gelatina, lloraba y se dio cuenta de que esta navidad sería diferente.

Fue a la casa de Toñito con muchos juguetes, y decidió invertir el resto del bono de diciembre en juguetes para los niños de la sierra de su distrito, el Botox de su mujer y la visita al santo lugar con Sebas podrían esperar.

Rigo estaba transformado, y soñó con todos sus compañeros de bancada haciendo lo mismo en todos los rincones de México, pero recuerden solo es un cuento.


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