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Anllely Cruz Armenta
Psicoterapeuta

Según la RAE, la palabra Navidad procede del latín tardío “Nativitas, -atis”, que significa nacimiento.

Es una época donde la mayoría de las familias se reúnen alrededor de una mesa para celebrar el nacimiento de Jesús, intercambiarse presentes envueltos en amor y reencontrarse con seres queridos. Cantar villancicos, pegarle a la piñata, saborearte un delicioso ponche y tomar dos turnos en la fila para dobletear el aguinaldo.

Es maravilloso celebrar la Navidad, pero también es hermoso aprovechar esta fecha para festejar tu propio nacimiento.

Déjame contarte. Desde mi punto de vista, junto con el ciclo de la tierra llegamos en octubre a un otoño, donde los árboles nos recuerdan sobre lo prodigioso de soltar aquello que de alguna manera ha cumplido su misión: una relación, una amistad, un trabajo, una actividad… cuando esto sucede una parte de nosotros muere con ello. Es así como entramos al invierno.

Llegamos a lo que pareciera ser uno de los círculos del infierno de esos que habla Dante Alighieri en su Divina Comedia, porque, aunque no hayamos cometido ningún pecado, el alma nos duele terriblemente.

Pero la cosa no para aquí, pues este dolorcito se vuelve recurrente en nuestras vidas, ya que sí nos ponemos a pensar, en un año hemos coleccionado “muertecitas” de todos tamaños, colores y olores.

Morimos una y otra vez, es la realidad, sin embargo, no todo es malo, pues no debemos olvidar que tras cada muerte sigue el maravilloso regalo de volver a presenciar la vida, el renacimiento, una versión mejorada de nosotros mismos.

Después de romper algo, de perder algo, de soltar algo vamos atravesando por el puente del dolor mientras acariciamos la “muerte”.

Y es aquí donde surge la pregunta más importante de todas ¿Para qué me está pasando esto?, dándole así lugar a la autoobservación.

Una vez encontrada la respuesta, aparece entonces la luz de la conciencia y con ella, los regalos: fortaleza, paciencia, resiliencia, amor propio, sabiduría, perdón…  y por fin, el renacimiento.

Gracias a mis “pequeñas muertes” he podido aprender desde la perdida. ¿Cómo puedes hacerlo?

Primero: Debes observar las experiencias que estas viviendo y entender él para que te están sucediendo, luego, analizar, de una manera muy profunda que parte de tu personalidad esta haciendo que tengas que pasar por esto. Por ejemplo, soy muy confiada, no se poner límites, mi pensamiento es muy cerrado, soy dependiente, quiero que las cosas sucedan tal como me las imagino…

Después, ya realizado el análisis, intenta cambiar aquellos patrones que te han traído hasta aquí mientras tomas el aprendizaje de esta experiencia vivida y una vez terminado este camino de dolor, agradece todo aquello que te ha ayudado a ir alcanzando ésta mejor versión de ti.

Puedes hacerlo de la siguiente manera: Cierra tus ojos y piensa en tus “pequeñas muertes” o en la última situación que te marcó.

Observa la emoción que le acompaña: dolor tristeza, frustración. Una vez que lo tengas, colócalo delante de ti y con mucho amor esboza un “Gracias” de esta forma entenderás que todo aquello que paso era necesario para tu evolución.

Que esta navidad te sirva pare re – NACER y mirar que la estrellita brilla allí, dentro de ti, junto a tu corazón.


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