No importa el año en el que hayamos nacido, ni la época, ni el estado.
Todo mexicano hemos curado las heridas con sal, limón, tequila y una canción de José José, tan flexible es que si no deseamos una noche bohemia, podemos dar brincos con alguna versión arreglada en ritmos de Rock o mejor aún endulzamos los oídos con notas sinfónicas.
Siguiendo la historia de este icono musical, cuenta la leyenda que en 1977 lanzó una canción llamada “Amar y Querer” compuesta por el español Manuel Alejandro en la que encontramos un bellísimo listado sobre todas aquellas cosas que hace una persona que tiene un doctorado en aquello del amor y que finalmente nos hace ver al resto de los mortales como todos unos fracasados que solo sabemos querer porque, según decía él, “Pocos sabemos Amar”.
Sinceramente muchas veces saboree un par de cervezas teniendo de fondo esta poética melodía pero hasta últimas fechas noté entre su letras la célebre frase “Amar es sufrir”, tres palabras que hemos comprado culturalmente para estamparla en nuestras relaciones de pareja. Me sacrifico para llamarme digno de ti y (espero, deseo, mato y muero por) que tú lo tomes como una muestra de amor aunque eso signifique pasar por encima de mi.
Es realmente increíble como algunos aun pensamos que el amor debe ir acompañado de sacrificio, que con ello viene implícita una renuncia, la postergación de mis planes, la reducción de mí mismo, solo para que una relación pueda extender su vigencia.
Para mí el amor es complicidad y crecimiento y no puede ir acompañado de sacrificio, pues significa renuncia, límites y desemboca en dolor ¡Y el amor no duele!
Algunas veces las personas con las que compartimos nos exigen que hagamos cosas por ellas, cosas que no deseamos, que no queremos pero al final en el “nombre del amor” empezamos a hacer concesiones, pues hemos crecido con la creencia sociocultural de que el amor exige sacrificio.
Nos auto convencemos de que el otro notará el esfuerzo que hacemos al llevar a cabo la tarea y que por ello nos dará la exclusividad de su corazón y amor por esta y diez eternidades más y terminamos así renunciando al lugar en el que queremos estar, renunciamos a nuestra libertad ( “no salgas sin mí”, “no me gustan tus amigos” – y aquí hago un espacio para llorar porque una vez fui así de bitch – ), renunciamos a nuestra comodidad para cuidar a los hijos de nuestra pareja y una larga lista de etcéteras que nos llevan a modificar nuestras vidas para poder encajar cual pieza de un bello puzzle en la vida del otro.
Si esto lo hacemos por decisión y convicción, porque con el corazón lo queremos y estamos convencidos de que estamos disfrutando y que todo esto supone una oportunidad de aprendizaje y crecimiento ¡Es genial!, pero si lo estamos haciendo desde el miedo a que si no hago tal o cual me van a abandonar o que no me va a considerar lo suficientemente bueno y valioso estamos cometiendo un enorme, gravísimo y garrafal error.
Si estamos renunciando a ser quien somos e intentando cambiar para que el otro nos acepte, estamos cediendo nuestro poder, dejamos de confiar en nosotros mismos pensando que no somos capaces de ser sin en otro felices y por eso hacemos venias, pero si estas no las hacemos por convicción, porque nacen desde el corazón y realmente tenemos el deseo, nos van a lastimar y a largo plazo nos pasaran factura.
Imagina que hiciste todo por aquella persona, renunciaste a amigos, gustos, tiempos y comodidades y al cabo de un tiempo cuando esta relación sea un ciclo más que cerrar, no evitaras pensar en lo mal agradecida que fue tu pareja al no valorar todo lo que hiciste por ella, todo el sacrificio y las horas, meses y años en los que dejaste de ser tu para ser lo que ella quería.
Platicaba con un amigo al que amo mucho que no me explicaba como una de mis ex parejas tenia tanto éxito con las mujeres pues ninguna se le resistía, su respuesta fue simple, certera – y ahora que lo reflexiono muy triste – “Él se amolda a la personalidad de cada una de ellas, les dice y hace exactamente lo que ellas quieren” ¡Cual Barbie de 2000 oficios y 5000 profesiones!
Que tristeza sepultar lo que realmente eres para ir a misa cuando no eres creyente. Después de muchos años de pareja nunca supe que era lo que verdaderamente le gustaba o cuáles eran sus convicciones reales.
Pero yo tampoco me exenté de tan triste escenario… Cuantas veces no me disfrace de botas y sombrero para ir a los bailazos del Recodo cuando no me apetece la música banda. Y no esta mal hacerlo para conocer o aprender, si no quedarte encasillado a la actividad a pesar de ti.
Es momento que hagamos las cosas desde el corazón, desde el quiero y no desde el debo, desde el me nace hacerlas y no desde es lo que se espera de mi, desde me permito ser sin miedo a que mi relación se acabe o que me abandonen.
Hacer concesiones no es la solución, la única solución es hacer las cosas desde el amor, desde la libertad, desde la fidelidad que nos debemos, desde el me apetece hacerlo, pues es lo único que nos hará felices. Así que, en resumidas cuentas, ¡Bienaventurado aquel que no sabe amar como José José!
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