Solo a fuerza de ver con mucha atención Dn. Filiberto se dio cuenta que SAN JERONIMITO había cambiado –diríase tanto- que ya no parecía el mismo.
Es cierto, su visión con el paso de los años ha disminuido, pero aquellas jacarandas en flor que tanto deslumbraba a los visitantes se han marchado, las amapolas con su olor dulce, los geranios, las rosas. ¿Dónde están?
San Jerónimo de los Alducin se fue secando día a día como el amor de la doncella que espera a su marinero en el puerto, o como la mujer del pueblo que sueña con su hombre que juró solo iría a Estados Unidos por dos años y ya lleva cinco, y como cada año jura y per-jura que el próximo diciembre regresará, sabiendo desde su corazón que tiene ya otra mujer en ese país de los sueños perdidos. San Jeronimito como una pompa de jabón se fue esfumando desde que los seudo-políticos decidieron cambiar para siempre la forma de gobernar y de elegir; a Dn. Fili por viejo lo hicieron a un lado y cuando sus consejos eran siempre esperados, ahora solo una sonrisa de burla se dibuja en los nuevos que ya no son los mismos de entonces.
San Jeronimito y su comarca se yerguen en una región bendecida por siempre por los dioses: a hora y media de la capital del estado, a dos y media de las bellas playas del golfo y al mismo tiempo de Oaxaca –rica región de cultura y esplendor-; el clima es cálido sin llegar al fastidio, cuando en otros lugares se quejan por el frio, en estas tierras siempre se esperan suaves mañanas y tibios atardeceres. Por años los de entonces aunque grillos siempre buscaban en lo más recóndito de sus corazones abonar algo nuevo por este pueblo de batallas escritas en los desiertos del tiempo, peleaban en las campañas como perros de rabia, pero una vez pasada la contienda cada quien hacia bien lo que le correspondía, como dijera Serrat en su canción de la fiesta:
; Y hoy el noble y el villano,
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la facha.
Juntos los encuentra el sol
a la sombra de un farol
empapados en alcohol
abrazando a una muchacha.
Y con la resaca a cuestas
vuelve el pobre a su pobreza,
vuelve el rico a su riqueza
y el señor cura a sus misas.
Se despertó el bien y el mal
la zorra pobre vuelve al portal,
la zorra rica vuelve al rosal,
y el avaro a las divisas.
Los de entonces ya no somos los mismos.
Porque San Jeronimito se ha perdido en el olvido y a veces en el encono, de un dirigente estatal que como favores a cuestas visita de vez en cuando esta tierra bendita de donde es oriundo, donde Juárez, Morelos y Rayón escribieron con creces páginas que la historia moderna también quiere olvidar, y así en ese marasmo donde todos navegamos el tiempo pasa, y San Jeronimito se diluye en el desgano;
Nosotros los de entonces ya no somos los mismos
Don Filiberto sentado en un parque ya sin sombras gigantescas, con puestos de vendimia casi en forma permanente, donde se anuncia serán de artesanías de la región, y para su sorpresa justo a un lado la venta se anuncia con esmero de discos y películas piratas, ve con tristeza que a los pobladores ya nada les importa: haga o no haga el que preside la casa de Rayón nadie dice nada, nada, nada…
Nosotros los entonces ya no somos los mismos…
Don Filiberto, aunque viejo, cómo quisiera arrancar páginas del pasado, cuando el olor a ciruelas y chabacanos frescos anunciaban las fiestas de verano; cuando en cada oriundo de esta tierra bendita surgía un político comprometido y era capaz de cuestionar de todo lo que se hacía y lo que se dejaba de hacer, haciendo que el gobernador mirara con frecuencia para esta región por siempre bautizada como la segunda ciudad del estado; ahora no pasa nada, nada, nada…
Nosotros los de entonces hay no somos los mismos.
Para Don Fili, la apatía de los Jeronimences es un signo inequívoco de ésta época sacudida por el desinterés y el miedo: decenas de muertes a lo largo y ancho de la patria, con un presidente que a diario nos esgrime en la cara éxitos que solo él ve; sin autoridad municipal porque por ahora pernocta en el reclusorio, y como un barco sin capitán el municipio navega a la deriva.
Hace muchos años cuando hacer política era más que una devoción, Don Filiberto bastión absoluto de San Jeronimito, diseñó con estilos únicos las veredas de la política de entonces, sí era de un solo partido, pero desde entonces en esta comarca madre del maíz en el mundo, supo adelantarse en sus tiempos haciendo de la alternancia la forma de vida por muchos años. Todos luchaban con ahínco por sus ideales convirtiendo en religión los pasos vigorosos de la política.
Hoy Dn. Fili mirando la catedral de tanta alcurnia se siente triste. San Jeronimito tiene un pobre futuro, porque vendrán los cambios y muchos como feroces gambusinos acecharan por el poder sin darse cuenta del gran tesoro que significa SAN JERONIMO DE LOS ALDUCIN.
Cargando su tristeza Dn. Fili se marchó, solo, solo, solo.
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