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Pastor Alfonso Herrera Lastra

Cuando el celebre músico Franz Joseph Haydn era niño fue contratado por el organista de la catedral de Viena para cantar en el coro allá por el año 1740, cuando tenía escasos ocho años. Cuando Haydn llegó a la adolescencia su voz cambió y el director del coro, se dice que le despidió del modo más cruel. Tomando como escusa una pequeña travesura del muchacho, lo echó de su casa en un frio día en el mes de noviembre por la noche, dejándolo con una ropa muy ligera y sin una moneda en la bolsa. Lo arrojó a la calle literalmente, sin ningún medio para hallar cobijo a eso de las 8 de la noche.

Camino por un rato y finalmente encontró una banca de piedra donde pasó la noche. Un músico de oficio y  de escasos recursos de apellido Spingler, le encontró a la mañana siguiente y aún cuando el mismo y su esposa Vivian solo en una habitación  en un quinto piso, le ofreció un pequeño rincón de aquella habitación y un asiento en la mesa.

Pasaron pocos años, y aquel hombre, Spingler, tuvo un motivo para felicitarse a sí mismo y dar gracias a Dios por aquel acto de generosidad años atrás, pues Haydn elevado por su talento musical, pudo compensar a este hombre, ahora en el coro de Haydn como su tenor principal.

A lo largo de la vida podemos sentirnos alegres y satisfechos, (¿por qué no?) por algunas satisfacciones en cuanto a logros, éxitos y reconocimientos. Sin embargo hay una muy especial que aunque no logremos el reconocimiento, si trae una satisfacción sumamente reconfortante y alentadora. Esta es cuando encontramos la ocasión de ayudar a nuestro prójimo en su necesidad. Cuando tendemos la mano pues está a nuestro alcance.

Pero hay momentos que la decepción acompañada con tristeza y algunos sentimientos negativos más, nos inundan, por la falta de gratitud, y no tanto que esperemos una gran ceremonia o un culto a nuestra persona para que los demás vean lo “benévolos” que somos y el gran espíritu de altruismo que nos cargamos.

Quizá valga la pena y me permita hacerle mención de lo que Pablo, uno de los escritores de las cartas del Nuevo Testamento, plasmo en una de ellas dirigida a la iglesia ubicada en Galacia: “No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos si no desmayamos.” (Gálatas  6:9).

La vida de Jesús , es una perfecta fotografía de las palabras anteriores. Él siempre tuvo tiempo para la gente que le buscaba. No le importo la clase o el rango social.

Nunca hizo distinción de personas, tanto paso tiempo a lado de un pozo con una mujer que ni Judía era, como abrir la puerta de donde se encontraba y recibir a un alto funcionario del imperio que le buscó de noche, o hacer a un lado sus compromisos y tomar a un niño y ponerlo en medio a la vista de sus seguidores. El siempre tuvo oídos para sus necesidades .

¿Qué nos ocurre que entre más “éxito” vamos alcanzando nos volvemos inaccesibles?  Es más hasta tenemos una teoría y la ponemos en practica, y  se ha vuelto muy popular entre los exitosos… ¡“delega…  delega… no puedes andar en la vida perdiendo el tiempo apagando fueguitos, tu fuiste creado para ser un gran líder…”.

Le dejo con una palabra más. Roboám, hijo de Salomón, pidió consejo de cómo gobernar al pueblo. Los ancianos que habían estado con su padre le dijeron: “Si fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre” (1º Reyes 12:7). ¿No se le hace algo raro este consejo? … “si fueres siervo y les sirvieres…” ¿Un rey siervo y para servir? Si tan solo este consejo lo tomaran en serio nuestros gobernantes otro gallo nos cantaría. Si cada persona que está un una posición de servidor, sea religioso, de gobierno o en el mismo seno de nuestra familia nos pusiéramos la tolla en el antebrazo, tomáramos la bandeja con agua y nos inclinamos a lavar los pies de nuestros semejantes, nuestra amada ciudad, nuestro amado país sería otro.

Estimado lector, no desaproveche los momentos para tender la mano, para ayudar, detenerse unos instantes y escuchar alguna historia que a usted le parezca sosa e insípida, pero el la impresión que dejara en aquella persona la llevará el resto de su vida. Gracias por su atención y que tenga un excelente FIN DE SEMANA.


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