“El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”
Sentencia popular
En nuestra vida todo es un círculo, la naturaleza misma se repite constantemente, el reloj nos muestra cada hora, el calendario cada mes y así un sinfín de marcadores son un movimiento infinito, y aun así, insisten en mostrarnos la historia de una manera lineal, y es cuando tratamos de conocerla que nos damos cuenta que caminamos sobre un tazo en el tiempo, hacia un pasado desconocido y por el otro extremo, hacia un futuro incierto, cuando en realidad ambos extremos se unen, más allá de nuestras expectativas.
Quisiera pensar que se nos muestra la vida de esta manera por mero desconocimiento e ignorancia, y no como una manera de controlar nuestra reacción ante la memoria histórica de capítulos ya vividos por nuestros ancestros.
Es necesario recurrir a nuestros mayores y preguntar, escuchar, y así ir armando nuestro rompecabezas personal, ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi herencia cultural?
Es un deber hacia nuestra conciencia meditar sobre esto, pues nos vamos desenvolviendo por la vida sin saber hacia dónde ir, repitiendo errores personales, errores familiares, errores grupales y esto es por la falta de recuerdos y la ausencia de memorias.
Si algún día encuentras un diario personal de algún ancestro, alégrate pues tienes en tus manos un tesoro inmenso, podrás saber de sus alegrías, tribulaciones, enfermedades y demás hechos y experiencias vividas, sabrás como resolvieron sus problemas y tendrás una fuente de información sobre tu árbol familiar, sobre la historia de tu ciudad o hasta de tu país.
Ir a la biblioteca, a la hemeroteca a leer te mostrará cuantas veces se han repetido las mismas cosas una y otra vez, ¿Dónde ha habido sismos, erupciones volcánicas, con qué frecuencia se han dado? esto te permite tomar previsión en tu presente y hacia tu futuro.
Imagina que quieres comprar un terreno para invertir todo tu patrimonio y fincar allí tu residencia, y no investigas la historia local, no sabes que por allí pasaba una falla geológica y que fue rellenado, o que cada que cae tromba en la sierra esa zona se inunda, estarías perdiendo todo por la falta de información.
Cuántas veces hemos escuchado de familias que ven perdida su fortuna, por hacer una mala inversión, por no medir las consecuencias de los acontecimientos históricos que se están viviendo a escalas mayúsculas en su entorno.
Escribía mi bisabuelo, Don Ángel Arandia Aguinaco, en esta misma ciudad pero en 1917, en momentos previos al levantamiento revolucionario, “la hacienda con un producto muy pinche”, “los carros de ferrocarril desvalijados y el gobierno no nos responde por la mercancía perdida”.
Y justamente a cien años volvemos a ver que el gobierno no nos responde, no hay responsables, no hay civilidad, se siguen desvalijando trenes y se ven afectados nuestros patrimonios por un gobierno que no tiene ni ha tenido la capacidad para enfrentar los problemas sociales a fondo, que vive en un eterno paternalismo que sólo utiliza como un método de control popular y que solo hace valer para su beneficio en temporada electoral.
En mi búsqueda personal me pregunto, porqué llamarnos mexicanos y no “Anahuacas”, siendo que nuestras fronteras eran el continente mismo, y se gobernaba y procuraba al pueblo con sabiduría, ¿Era tan vergonzoso reconocer la magnificencia del pueblo diezmado y sometido a base de imposición y terror?
Recordemos la grandeza de nuestra raza, el vecino, no es nuestro enemigo, ni el del otro barrio, tampoco el del otro pueblo; ¿Por qué en el extranjero se escucha que el peor enemigo de un mexicano, es otro mexicano?
Nos toca aceptar nuestra historia, asimilar el dolor de lo pasado y reconstruirnos como nación, trabajando en un bien común, hermanarnos realmente en un objetivo que le dé a nuestros hijos la seguridad y la certeza de un futuro libre de dogmas, control y mentiras mediáticas, donde sabedores de su herencia y grandeza solo tengan el objetivo de trabajar en equipo, por el bien común.
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