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Con motivo del mes patrio leía que varios cines de la república se estaban uniendo para ofrecer entradas en 20 pesitos para poder admirar varias películas realizadas en el país, lo chistoso es que muchos de los que se enteraron de la noticia gritaban quejosos de que el catalogo era muy feo, que las películas no valían la pena, pensando – creo yo – en que entrarían a ver los últimos estrenos de Hollywood por su módica aportación.

En realidad, dejando al lado los comentarios malinchistas,  a mí me pareció una idea fabulosa el poder acercarnos  a las producciones hechas en nuestro país y hacerlas nuestras – porque lo son –. (Tomando esto de pretexto este artículo es el comienzo de una serie que nos ayudara a entender – y descubrir – él porque de nuestra independencia, así que comencemos por la conquista)

Malinchista es una palabra utilizada de forma peyorativa para expresar la preferencia por lo extranjero y el menosprecio de lo nacional.

Hay que decir que la apreciación de la Malinche – personaje que engalana nuestro tema del día de hoy y de quien se deriva esta palabra que hemos usado un sinfín de veces – no es del todo correcta, pues siempre la hemos visto como la “villana de la historia”.

No podemos hablar de “Doña Marina” sin sacar a relucir a otro de los personajes odiados de la historia Mexicana (chan chan chan chan) Hernán Cortés. Desde que los conquistadores posaron la planta de sus pies en nuestro bello país, les fue muy difícil entablar comunicación con los nativos, sin embargo se enteró que había unos españoles viviendo en la península de Yucatán y decidió ir a buscarlos, pero con poco éxito.

Gonzalo Guerrero era de uno de ellos, originario de Huelva que se dejó adoptar por la cultura e incluso llego a ser un jefe maya (queda la duda si los españoles lo llamen traidor como nosotros a la malinche), e incluso se atrevió a combatir contra los españoles en la conquista de Yucatán  – Akumal, Quintana roo levantó una estatua de bronce en su nombre reconociéndolo como el padre del mestizaje -.

Siguiendo con lo que nos ocupa Don Hernán Cortés llegó a Centla, Tabasco, donde los españoles lucharon contra los indígenas de esa región, a los cuales les fue muy fácil ganar, pues se aterraron al creer que hombre y caballo eran una “sola cosa” (algo así como un centauro), el premio fueron 20 esclavas, a las que colocaron nombres cristianos,  recibiendo, una de ellas, el nombre de Marina.

Se embarcaron a una nueva expedición con rumbo a Cempoala, al desembarcar, Marina comenzó a dialogar fluidamente con otras mujeres que se encontraban allí y aquí se descubrió que su destino sería ser la bella intérprete. ¿Pero es que ella sabía español? ¡No!

La cosa funcionaba así. Los pueblos dominados por los Aztecas hablaban Náhuatl,  ella lo traducía al Maya y Jerónimo de Aguilar al Castellano. (Olvide comentarles cómo es que este personaje siendo español sabía maya, pues resulta que él era uno de los españoles que vivía en Yucatán pero que a diferencia de  Guerrero se unió al proyecto de Cortés).

La expedición continuo su camino por diferentes lugares, la verdad es que muchos de los pueblos por los que pasaban los veían como amigos, pues representaban esa oportunidad de escapar de la opresión de los aztecas.

Llegan a Tlaxcala, donde son enfrentados por Xicohténcatl de día pero ante la creencia de haber sido derrotados porque los “guerreros blancos” ganaban por el apoyo del sol, los combatió después de noche, no mejorando así los resultados, por lo que el senado Tlaxcalteca (¡Si! Ya tenían senado) opto por ofrecer la paz a Cortés, sellada con la unión de Tecuelhetzin, hermana de Xicoténcatl, con Pedro de Alvarado, la mano derecha de Cortés.

Regresando a nuestro tema, después de ver la importancia que tenía la acompañante  indígena para los “blancos barbados”, comienzan a llamarle Malitzin – en náhuatl el “Tzin” implicaba cierta categoría y una señal de respeto (Librado Silva Galeana lo coloca como un sufijo reverencial).

Llegó a ser tanta la importancia de Doña Marina que Cortés pasa a un segundo plano, al grado de que comienzan a llamarle “El Capitán Malinche” (¡Ah que esa no se la sabían! El testimonio queda en la crónica de Bernal Díaz del Castillo en la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España).

Así llegaron a Cholula, la personalidad de Marina era tal que una mujer de la nobleza del lugar la vio como un buen partido para su hijo, de esta manera decidió ofrecerle un espacio en su casa para resguardarse durante la batalla planeada de los lugareños contra los recién llegados, sin embargo, Marina se los conto a los españoles, quienes al ser alertados oportunamente salieron victoriosos.

Partieron después rumbo a Tenochtitlán donde Cortés tuvo un encuentro con Moctezuma y aquí estaba Doña Marina, como ese vínculo entre estos dos personajes, quien después de tanto tiempo de vivir entre los españoles, ya había aprendido un poco de castellano. Fueron hospedados en el palacio de Axayácatl.

Sin entrar en muchos detalles (que seguramente tuvieron que ver con todo lo que se imaginaron después de ver escalinatas ensangrentadas y el altar donde eran empalados los cráneos de los sacrificados) los españoles decidieron secuestrar a Moctezuma.

El pueblo después de un tiempo de ver que nada sucedía se encolerizó por lo que Cortés por medio de Malitzin convence a Moctezuma que saliera a tranquilizar a su gente pero estos enojados lo atacaron con piedras y flechas, lo que parece ser fue una clara muestra de la autoridad que ya había perdido.

Los españoles comienzan a planear salir de la ciudad la misma noche en que se dice, murió Moctezuma. Durante el escape, murieron miles de sus hombres y también de sus aliados, por lo cual recordamos este día como “La noche triste” pero no todo estaba perdido pues los españoles se preparaban para volver más recargados y con más fans.

Continuara…


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