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“¿Cómo te ves en 10 años?”, decía la pregunta del test de orientación vocacional.

Le di varias vueltas en la cabeza hasta caer en la cuenta que no podía responderla. Me levante del asiento y camine hasta mi maestra. “No la puedo responder” le dije. “Anllely, si es muy fácil a los 26 ya todos tienen una vida empezada a hacer, piensa que te gustaría estudiar, si ya estarás casada, cuántos hijos quisieras tener, si ya tendrías casa propia y un auto y eso escribe”.

“¿Y todos los adultos tienen que hacer eso?” Le pregunte. “¡Claro, es lo que los hace felices”

Regrese a mi banco y de todo lo que escribí únicamente recuerdo que puse ser Arqueóloga, cosa que jamás hice y que pienso que estos momentos bajo aquellos estándares sería una mujer fracasada, no realizada pero sobre todo infeliz.

Así como yo, educados bajo las creencias de nuestros maestros – no lo digo en son de crítica, sino porque es una creencia milenaria – hemos crecido con la idea de que el éxito y la felicidad se miden por nuestras posesiones materiales y por los logros aprobados por la sociedad.

Cada que cumplimos años es obligatorio pasar por el scaner según tu edad. Varias veces he escuchado la frase “Es que no manches Angie, ya tengo 30 y no he hecho/tengo nada” y es que “tenemos” una edad para terminar una carrera, para hacernos de una casa, para casarnos, para formar una familia y una larga lista de etcéteras que hay que cubrir, pues en ello radica la felicidad.

La verdadera fuente de la felicidad, según los budistas, está en nuestro interior, cuando estamos en paz, cuando nuestra perspectiva es positiva a pesar de cualquier dificultad que enfrentemos. Para ser verdaderamente felices hay que educar la mente, pues ya decía Buda que “La felicidad no depende de lo que tienes o de quién eres. Solo se basa en lo que piensas”

La felicidad que conseguimos del exterior termina por ser insatisfactoria y lo peor de todo es que… ¡No es verdadera felicidad!

Les pondré un ejemplo: Yo soy amante de los Chilaquiles verdes, a todo mundo se los digo, que es la comida que me hace más “feliz. Si la felicidad se tratara de comer Chilaquiles entonces cuantas más veces comiera chilaquiles más feliz seria.

Lo que es seguro es que después de un tiempo – y no muy largo – llegaría un punto en que seguir comiendo implicaría un sufrimiento, me dolería el estómago e incluso me harían daño – y probablemente terminaría odiándolos.

Algo similar pasa cuando buscamos un auto último modelo que se vuelve pasado de moda al siguiente año, al igual que el celular que acaba de salir, entonces nos volvemos infelices porque nuestra nueva felicidad esta en conseguir lo más actual.

Sufrir o disfrutar. Dos estados mentales sobre los que tomamos la decisión de acceder. Las circunstancias externas no son la causa de que seamos felices o que suframos, pues todo lo que sentimos no son más que sensaciones que salen de la mente, de la forma en que estamos interpretado lo que sucede.

Recordemos que los budistas afirman que la felicidad surge de la paz interior pues sin ella, nada logra hacernos felices. ¿Te ha pasado que lo que se podría considerar como “buena noticia” lejos de causarte felicidad te provoca nerviosismo o ansiedad por no saber cómo afrontarla?

Por ejemplo ¿recuerdas cuando supiste que estabas embarazada o cuando te enteraste que tu novia lo estaba?

Aunque no deja de ser motivo de alegría en la mayoría de los casos, es inevitable pensar en los cambios que tu vida tendrá por la llegada de un bebé, tanto en tiempo como monetarios. O ¿qué tal que te avisan que te han ascendido en tu trabajo?

Seguramente una parte de ti experimentará entusiasmo, mientras que otra, preocupación ante el nuevo reto por lo cual ya no estamos hablando de una felicidad plena.

Lo mismo sucede en situaciones que están calificadas para generar la infelicidad pero que por el contrario te traen tranquilidad.

Como que te deje de hablar un amigo que solo te daba problemas o qué tal que tu pareja con quien ya no te sentías bien decide cortarte, lejos de que tu felicidad se acabe provoca en ti una enorme paz. ¿Acabas de darte cuenta que nada es “bueno” o “malo” y que únicamente tomamos las cosas de acuerdo a como las interpreta nuestro cerebro? ¡Bien!

Esto funciona de la siguiente manera: Cuando estamos nerviosos, ansiosos, tristes, cansados o preocupados cualquier cosa que suceda, por muy pequeña que sea nos parece gigante.

Por el contrario cuando nuestra mente está en calma todo parece tan fácil y pequeño, encontramos pronto la solución al problema al anteponer nuestro bienestar.

Para lograr está respuesta súper Sayayin, como mencionaba unos párrafos atrás, es necesario entrenar a la mente, para ello podemos echar mano de la meditación que nos ayuda a comprenderla pues es donde residen todos nuestros estados y engaños, estos últimos también son de gran importancia para el Budismo pues al darnos una imagen distorsionada de nosotros mismos y de los demás, también, contribuyen a nuestra “infelicidad”.

¿Quieres ver? Cuando nos enfadamos con alguien sólo vemos los aspectos negativos de la persona y sumado a eso empezamos a construirle una falsa personalidad, todo ello resultado de la sensación que estás experimentado ¿el resultado?

La frustración y sensación de infelicidad por haberle dado mi amistad y tiempo a alguien que “de por sí es mala persona”, todo un engaño.

Por ello es importante amigarnos con nuestra mente, estar atentos con nuestros pensamientos y nuestras emociones anteponiendo nuestra tranquilidad, de está manera  iremos eliminando nuestras ideas insanas que contribuirán a mejorar nuestra paz mental y por ende a nuestra felicidad.

(Continuará).


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