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¿Qué pasa cuando eres Feliz tan feliz que vez aquello que te está dando felicidad como lo más bonito de este mundo?

Aceptas al objeto de tu afecto tal como es y está muy padre pues significa que te encuentras a un paso del amor, pero… ¡Aguas! Pues si no tienes especial cuidado puedes caer en emociones que pueden llegar a ensombrecer esa felicidad.

Estas emociones a las que debemos pintar la cruz son: El deseo, el apego y la codicia.

Estas tres son los lentes de la fantasía, nos hace ver las cosas color de rosa y elaboradas a mano por los mismos dioses aunque no lo sean.

Cuando aparece el deseo queremos conseguir el objeto – que creemos que nos dará felicidad – si es que no lo tenemos. El teléfono recién lanzado, un coche con acabados de lujo, un refresco de cola en medio del desierto. Mueves el mundo entero por conseguir aquello que nos hará vivir con una sonrisa no solo en la cara, si no en el corazón – al menos eso creemos -.

Una vez que lo conseguimos aparece el apego, pues al ser nuestra garantía de felicidad hacemos lo que sea por no perder aquel objeto (o persona, pues de aquí nace el amor dependiente). Finalmente la codicia nos empuja a querer más a pesar de lo que tenemos (aquellos que quieren más dinero, lo más nuevo, una mujer más bonita)

Este trio que nos hace darle poca importancia a lo que no nos agrada de la fuente de la felicidad y nos deja ahí, con aquello que no nos agrada al cien pero “me hace feliz”.

Un claro ejemplo está cuando vemos en nuestra pareja todas las cualidades que tiene, aquello que “nadie más posee” y lo hace tan especial, nos sentimos tan afortunados y plenos que no nos imaginamos la vida sin él o ella (Dependencia) y el solo imaginarnos sin su presencia nos hace caer en la infelicidad.

Lo más triste es cuando este sufrimiento se prolonga, pues estamos todo el tiempo cuidando de no perderle o controlar las situaciones para que no llegue el día en que desee marcharse por lo que la relación se vuelve más tortuosa que gozosa y terminamos por convertir el objeto de la felicidad en el mayor verdugo de nuestros días.

Del otro lado de la moneda está la aversión, el enojo y el odio.

Este trio al igual que el anterior nos ayuda a maximizar las cosas pero para verlas en su tonalidad más obscura.

Exageramos las cualidades negativas o defectos del objeto y queremos evitarlo a toda costa.

La sorpresa es que estas emociones no vienen solas ya que están adornadas con un bello lazo llamado MIEDO.

Seguramente conocen a alguien que no ha querido operarse pensando que de esta manera puede empeorar su enfermedad, a pesar del dolor que pueda tener – y de la infelicidad en la que se ve inmerso-, prefiere no arriesgarse por temor a que empeoren las cosas y aumenta la lente negativa de los riesgos que dicha intervención pueda tener, así que trata a toda costa de no practicarla.

Es importante que nuestro pensar y nuestras acciones no estén influidas por ninguna de estas emociones, pues de esta manera estaremos viendo las cosas de manera real.

El aceptar que las cosas son, solo son sin tener una polaridad, nos ayudara a no engancharnos con ellas, ni a sentir una perdida cuando cumplan su ciclo o verlas como una maldición cuando se instalen de visita en nuestros días.

Recuerda que la felicidad depende del lente con que quieras percibir las cosas pero si recuerdas que nada es permanente y más bien todo es cíclico podrás disfrutar del momento, sacar de sus entrañas el aprendizaje e instalarlo en tu corazón para sonreír, sea cual sea el escenario en el que te encuentres.


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