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No sé si les pasó también, que llegada la adolescencia deseaban que el tiempo pasara rápido para llegar a los “Dulces 18” y correr hacia nuestra libertad (imaginaria, pues la mayoría nos quedábamos viviendo en casa de nuestros padres muchos años más pero con la sonrisa de oreja a oreja al sentir que el mundo por fin era nuestro).

Ahora sí, nadie te diría que no te pintaras el cabello, que no usaras maquillaje – aunque en estos tiempos las niñas de secundaria ya lo hacen -, que no te podías levantar de la mesa hasta que te acabaras todo lo del plato y mejor aún tenías una identificación que te abría las puertas para comprarte un six de cervezas o acudir – ¡Por fin! – al antro de moda de la ciudad sin tener que esperar a que hubiera una “tardeada”

De ahí que admiremos a quienes vayan en contra de lo ya establecido, que hagan valer su libertad o mejor aún, que lleguen a buscar la libertad de los otros.
Personajes como James Dean o el Che Guevara prevalecen en la mente de nuestra actual juventud.

Pero ¿Qué es la libertad?
En griego se escribe ELEUTHERIA y tenía que ver con la facultad que tenían los ciudadanos de poder decidir, aunque para ello se tenían que cumplir con ciertos requisitos: ser varón, adulto y de buena posición económica.

Por otro lado, la Biblia por medio de San Juan, (8:31) nos dice que la libertad es “encontrar la verdad”, pues “la verdad nos hará libres”.

Para San Agustín el gallo cantaba distinto, pues el hacía una diferencia entre el libre albedrio y la libertad, el primero es la capacidad de elegir, mientras que el segundo tiene que ver con elegir solo la opción correcta, pues si elegimos lo contrario seremos esclavos de una mala decisión.

Mientras tanto para Kant la libertad es actuar conforme a la propia razón, por lo tanto, equivale a autonomía de la voluntad.

El pensamiento que más me gusta con respecto al tema es el de Jean Paul Sartre.
Para entenderlo comenzaremos a hablar de “el otro”, que es el que no soy yo y que su libertad no coincide con mi libertad.

Cuando tomo consciencia de la libertad del otro me da dos actitudes como respuesta:
1) puedo actuar sobre la libertad del otro para poseerla (como las parejas de enamorados que desean cambiar al otro) o

2) recobrar mi libertad sin coartar la libertad del otro (el respeto). Existe un mundo social donde luchan las libertades opuestas y entonces también hay de dos sopas: o nos sometemos o somos indiferentes.

Para engrosar este término Jean Paul Sartre decía que este mundo social es un mundo de condenación, pues nadie consigue ser si no como lo ven que es, es decir, el hombre es arrancado de si mismo para ser como los otros quieren que sea. (Los modelos establecidos de la buena madre, el estudiante perfecto, el buen hijo.

Por otro lado afirmaba que “El ser humano está condenado a ser libre” somos el libre albedrio puro, ser libre es nuestra condena y la única manera de existir.

Para este filósofo ningún dios, ni gobierno, ni sociedad puede decirte cuál es tu propósito en la vida, si no que tú eres libre de decidirlo por ti mismo.
Pero entonces ¿Por qué es una condena? Simple, porque causa angustia.

Déjenme explicarles: Una tarde tenemos antojo de una rebanada de pastel, al llegar al establecimiento, te dicen que solo tienen de cajeta, no tienes libertad de elegir otro sabor, así que te quedas con tu rebanada de pastel de cajeta – peor es nada, diría mi mamá -, entonces la formula sería: Obedeces, te conformas, sin decisiones la vida es más fácil.

Pero eliges ir a otra pastelería, y te encuentras que tienen 23 sabores diferentes de pastel pero solo debes elegir un solo sabor, aquí empieza tu angustia, pues temes elegir un sabor que no esté rico, pero haces un esfuerzo y eliges uno de piñon, apenas le das la primer mordida, te arrepientes pues piensas que tal vez pudo haber estado mejor el envinado.

Entonces la formula quedaría así: tener la libertad de poder elegir, elegir es angustiante, “El hombre está condenado a ser libre”)

¿Les suena? Cuando somos adultos y se nos cumple ese sueño de libertad que anhelamos en la adolescencia, traemos con nosotros la responsabilidad de elegir.
Muchas veces hemos sufrido por elegir una carrera, elegir una pareja y en cosas más triviales que película ver, o hasta que color de tinte de cabello comprar.
Tener libertad es experimentar angustia, esa es su condena.

Aunado a esto Sartre nos regala otra bellísima frase que reza así: “Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.
A pesar de que la filosofía de Sartre es una filosofía de libertad, reconoce que hay factores sobre los que no tenemos libertad de elección: como nuestro lugar de nacimiento, nuestro sexo, la familia que nos cría.

Sin embargo, en cierto momento de nuestras vidas, tenemos la libertad de decidir que es lo que haremos con lo que han hecho de nosotros: como nuestro lugar de residencia, ocupación, nuestra pareja, nuestros amigos.

Me encanta la idea de que la libertad lleve implícita la responsabilidad, pues, a pesar de ser libres en la elección de diferentes opciones, intervienen algunos otros factores como los valores, la empatía, los sentimientos y consecuencias que implican el tomar una decisión.

Sartre nos invita a ser conscientes de nuestra libertad y a ejercerla con responsabilidad.
Hay cierta facilidad en obedecer ideas impuestas, pero recordemos que quien obedece ciegamente no tiene que pensar, solo obedecer, por eso limitarse a hacerlo es muy cómodo, sin embargo cuando nos damos cuenta de que verdaderamente somos libres empieza lo difícil.

A ti ¿cuánta angustia te ha causado tu libertad?


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