Dr. Julián Germán Molina Carrillo
Director General del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla.
El 1 de julio de 2018 ante la multitud reunida en el Zócalo de la Ciudad de México, miles de mexicanos eufóricos celebraban el histórico triunfo del tres veces candidato presidencial y lo arropaban con gritos de “sí se pudo, sí se pudo” y “es un honor estar con Obrador”, a lo que, él contesto: “No les voy a fallar, no se van a decepcionar, soy muy consciente de mi responsabilidad histórica, no quiero pasar a la historia como un mal presidente”.
Sin embargo, a casi tres años de aquel acontecimiento, la realidad de aquella promesa dista de todo contexto real y posible, ya que la aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador no tuvo el mejor arranque de año, debido a que en los últimos cuatro meses tuvo una caída del 7% en su popularidad, la cual pasó de 57% a 50%.
Lo anterior debido a un sinfín de incongruencias, malos manejos y resultados negativos en cuanto a crecimiento económico, salud, seguridad, educación, etc. Que desde que comenzó el sexenio hemos observado, pero sobre todo a actos de corrupción tan lastimosos, que para citarlos tendríamos que escribir un libro.
Esta situación, debido a las redes sociales y tecnologías de la información y comunicación, es por todos conocida no solo a nivel nacional, sino, también a nivel internacional, ya que la imagen del presidente se ha ido deteriorando, respecto de aquella, de ser el representante revestido de mayor legitimidad, debido a los más de treinta millones de votos, con que fue electo.
Reflejo de esta lamentable situación, lo evidencio la portada de la revista británica The Economist, que muestra una imagen del Presidente Andrés Manuel López Obrador bajo el título de “El falso mesías de México”.
Donde se recopila una serie de opiniones de críticos intelectuales, que expresan una opinión tan negativa del presidente, que debería ponerse especial atención: “López Obrador divide a los mexicanos en dos grupos: “el pueblo”, por lo que se refiere a quienes lo apoyan; y la élite, a la que denuncia, a menudo por su nombre, como delincuentes y traidores a los que culpa de todos los problemas de México. Dice que está construyendo una democracia más auténtica. Es una criatura extraña. Convoca muchos votos, pero no siempre sobre temas que se resuelven mejor votando. Por ejemplo, cuando se plantean objeciones legales a uno de sus proyectos favoritos (mover un aeropuerto, construir un oleoducto, bloquear una fábrica), convoca un referéndum. Elige un pequeño electorado que sabe que se pondrá de su lado. Cuando lo hace, declara que la gente ha hablado. Incluso ha pedido un referéndum nacional sobre si enjuiciar a cinco de los seis ex presidentes de México vivos por corrupción. Como truco para recordar a los votantes las deficiencias de los regímenes anteriores, es ingenioso.”
Como podemos ver, la figura presidencial, realmente está evidenciada ante los ojos del mundo entero, cada vez son más los que se dan cuenta que la retórica de campaña, jamás fue una ideología cimentada, como nos quisieron hacer creer.
Cada vez también se vuelve más difícil defender lo indefendible, como en el caso del canciller Marcelo Ebrard, que en un intento por desvirtuar lo evidente envió una carta al medio británico para reprocharle por la portada y los artículos editoriales publicados, sin ningún resultado, ya que su réplica, carece de fundamentación.
Para muchos mexicanos, que aún siguen apoyando las políticas del Presidente y defendiendo su proyecto de Nación denominado de la Cuarta Transformación, no debería preocuparles las críticas y cuestionamientos que medios internacionales han hecho abiertamente en contra del actuar de AMLO, sino el hecho, de que tanto él, como su gabinete y asesores, se nieguen a rectificar el rumbo y atender las causas de estas críticas que dejan tan mal parada la imagen, no sólo del Presidente, sino también de México a nivel internacional, es decir, al final, las respuestas a estas publicaciones, son más de reclamo y enojo, que de un análisis objetivo de que como país, como nos ven en el exterior.
Ni modo, de qué la respuesta Presidencial, sea de que son medios conservadores, enemigos del régimen, neoliberales o que son financiados por los empresarios fifís que quieren recobrar sus privilegios y seguir viviendo de la corrupción que les permitió hacerse de grandes capitales en el pasado.
Al ritmo como van las cosas, no será extraño que en los meses siguientes, se nos integre al bloque de países con problemas de gobernabilidad y con prácticas antidemocráticas, lo que finalmente afecta la confianza de los inversionistas y empresarios de México y del extranjero, que preferirán llevarse sus capitales a otros países, por el riesgo que representa un gobierno cuyas políticas van en contra de la libre empresa y la creación de fuentes de trabajo, que tanta falta están haciendo a los mexicanos afectados por la pandemia del Covid 19 y que no contaron con apoyo del gobierno federal, ni de los estados.
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