El 1 de julio de 1520 había un español llorando su derrota bajo ¿un árbol?
Hay quienes afirman que este es un mito, pues en las crónicas solo se comenta que Cortés lamento la perdida de sus hombres pero jamás se menciona que haya sido precisamente bajo un árbol. La única referencia que existe es gracias a William Prescott – historiador hipanoamericano- que en su libro “Historia de la conquista de México” (publicado en 1843) hace mención de éste.
Lo cierto es que a partir de aquí, no podemos recordar la noche triste sin la presencia de este ejemplar que aún se extiende al norte de la ciudad de México y que un acto vandálico lo hizo reducir su tamaño a la mitad en 1980.
Mientras, en Tenochtitlan, Cuitláhuac recibía la diadema que lo consagraba como sucesor de su hermano Moctezuma. El nuevo emperador, ante el hostigamiento de Cortés busco nuevos aliados de lucha, sin embargo éstos al haber sido pueblos sometidos anteriormente por los mexicas, se sintieron libres para unirse con Cortés o mantenerse neutrales. Se encargó de reconstruir su ciudad en ruinas sin embargo, murió a los pocos meses de viruela, por lo que es nombrado su sucesor, Cuauhtémoc.
Cortés con todo y lo triste que estaba, mandó a construir bergantines y consigue nuevos aliados con los que sitia Tenochtitlan por tierra y agua.
Cuauhtémoc tuvo la tarea de reorganizar el ejército pero no fue suficiente. A esto, se le suma que se cortó el agua del acueducto de Chapultepec, llegaron más caciques a prestar obediencia a Cortés y para rematar la viruela seguía haciendo de las suyas, solo era cuestión de tiempo.
Tlatelolco es el lugar testigo de la rendición de Cuauhtémoc, en este sitio el emperador azteca intento escapar escondido en una canoa, pues quería continuar la lucha desde otro punto, sin embargo fue interceptado por el capitán español García Holguín, comandante de uno de los bergantines que Cortés mandó construir para sitiar la gran ciudad.
El prisionero fue presentado ante Cortés donde ocurrió el desafortunado suceso que todos conocemos, le quemaron los pies.
Se tiene la creencia de que Cuauhtémoc murió en este evento, pero esto no ocurrió así. Según Luis Arturo Salmerón en su artículo “Cuauhtémoc es apresado por los españoles” publicado en Relatos e Historias en México, Agosto 2013, al estar frente a frente, dijo a Cortés algo así: “Señor, ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad y mis vasallos y no puedo más, y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en el cinturón y mátame luego con él”. Pero este se negó respondiéndole que podía continuar al frente de su gente como hasta ahora, sin embargo, el imperio Azteca habría caído finalmente.
Pero este no es el fin.
Los españoles celebraron su victoria en Coyoacán. La vida le sonreía al conquistador, hasta que, llego a visitarlo desde Cuba Catalina Suárez, su esposa, quien a pocos meses de su llegada a México murió en extrañas circunstancias.
Se sospechaba de la participación de Cortés en este evento, incluso dicen que parte de los trabajadores del servicio vieron moretones en cuerpo de Catalina, sumado a esto, se dice que Cortés se apresuró a enterrar el cuerpo sin siquiera dar oportunidad a que los familiares la viesen por última vez.
De cualquier manera el nuevo “Viudo Rico” no paró de darle vuela a la hilacha – y es aquí donde pienso que deberíamos cambiar la etiqueta de “Don Juan” por la de “Don Hernán”- , pues nuestro querido Cortés, reconoció 11 hijos de seis mujeres diferentes, cuatro de ellos con indígenas – entre ellas la Malinche – con quien procreó a Martín Cortés – y la princesa Ichcaxóchitl Tecuichpo (bautizada después como Isabel Moctezuma) – y siete con mujeres españolas.
Tiempo después, Cortés envío a Cristóbal de Olid junto con Pedro de Alvarado a una expedición con miras a conquistar lo que hoy se conoce como Honduras, sin embargo, Olid se puso a las órdenes de Diego de Velázquez, archienemigo de Cortés, quien al enterarse de la traición preparó una nueva expedición para buscarlo, fue acompañado por Cuauhtémoc – ahora conocido como Hernando de Alvarado Cuauhtemotzin- y por Malitzin, quien en esta época se casó sorpresivamente con Juan Jarmillo uno de los soldados más queridos por Cortes, en el pueblo de Huilapan, cerca de lo que hoy conocemos como Orizaba y donde, se dice, aún se conserva la pila del agua bendita que utilizó para el matrimonio Fray Juan de Barillas.
De este hecho, también existen varias versiones, pero no hablaré, pues suficiente hemos tenido hoy con quemar a “Don Hernán” (y temo mucho que este artículo se mire como uno de los de las revistas del corazón).
Pero confórmense con saber que de este matrimonio surgió su hija, María Jaramillo. Su luna de miel fue continuar con la expedición. Durante este viaje, Cuauhtémoc fue acusado ante Cortés de planear una conspiración para matar a los españoles por lo que fue enjuiciado y condenado a muerte.
A finales de febrero de 1525, terminaron con su vida colgándolo de una ceiba en la provincia de Acallan, en el sur de Campeche. Así moría el último emperador azteca.
La expedición continuaba, llegando a un lugar en el que le comunicaron de la muerte de Olid (¡tanto para nada!).
Años después al estar flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones, bueno no en realidad, pero ya avanzado en edad, vio la necesidad de tener un heredero, por lo cual presenta a su hijo Martín en España ante el papa Clemente VII para que lo legitimara, desde este día Martín nunca volvió a ver a Malitzin.
Cortés hizo algunos otros viajecitos, incluso se le considera también como el descubridor de la península de Baja California.
Al pasar de los años enferma de disentiría (inflamación de los intestinos), la cual, le da muerte.
De Malitzin se sabe poco. Se cree que enfermo de viruela y murió en 1528, algunos otros opinan que su descenso fue hasta 1529, esto según las gestiones que hizo su viudo, Juan Jaramillo para volver a casarse.
México es producto de este choque cultural. En el artículo pasado comenzaba a relatarles sobre Malitzin y porque pensaba que estaba siendo mal juzgada, y su nombre utilizado con desprecio.
Lo cierto es que, debemos de quitar a los personajes de nuestra historia la etiqueta de héroe o villano, pues las versiones de la SEP no son del todo ciertas, además que estos personajes han actuado de acuerdo a las circunstancias que los rodeaban o a su conveniencia.
La pregunta es ¿quién de nosotros no lo ha hecho?
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