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Tequila, pozole, mezcla, gorritos, globos, confeti y  un montón de antojitos – que harían muy fácil denominar el 16 de septiembre como “El día de la garnacha” – forman parte de “kit” para celebrar el inicio de la independencia (ya sé que llevamos siglos llamándole “día de la independencia” pero  la verdadera libertad la logramos hasta el 21 de Septiembre de 1821 ¿ya se habían dado cuenta?).

En  1810 nuestra sociedad estaba dividida en castas. Los que tenían mayores privilegios eran los españoles y conforme se iban “mezclando” con otros, los nuevos nacidos iban descendiendo en la sociedad, así, iban perdiendo derechos y privilegios.

Sumado a esto, años antes, Francia había invadido la península y se hizo de la corona Española. La abdicación del Rey no fue muy bien vista en América y los novohispanos se preguntaban a quién debían de obedecer por lo que Iturrigaray – el entonces virrey – junto con Primo de Verdad pensaron que este era un buen  momento para ganar la autonomía de la Nueva España  y de esta manera no obedecer al gobierno francés.

Por las condiciones parecía que esto podría darse en santa calma pero algunos comerciantes españoles y la iglesia, temiendo perder sus privilegios,  organizaron un golpe de estado el 15 de septiembre de 1808 que arrojó como resultado  el encarcelamiento del virrey y la muerte de Primo de Verdad.

Aunque todo parecía estar en paz, los ánimos ya estaban encendidos y esto fue aprovechado por los grupos independentistas. Los criollos – españoles nacidos en américa –  era uno de estos grupos  que aunque  no la pasaban tan mal no podían acceder a puestos políticos importantes, por lo que comenzaron a conspirar pues deseaban autonomía y liberarse del gobierno Virreinal y es así como en Querétaro se gestó el inicio de la independencia.

Miguel Hidalgo era un cura apreciado por la gente, aunque para aquellos tiempos su personalidad era, llamémosle, demasiado liberal  para ser cura, pues daba tertulias, le gustaba echar el traguito y organizaba a sus fieles para enseñarles oficios.

Fue invitado a las reuniones de Querétaro para  sumarse a la independencia. Para ejecutar los planes Allende reunió tropas y acordaron llevarlos a cabo el 1ero de octubre de 1810, pero fueron descubiertos y advertidos por Josefa por lo que Hidalgo llamo a levantarse en armas la madrugada del 16 de septiembre, el resto, es historia.

Aún no se sabe con certeza que fue lo que Hidalgo gritó , pero esta acción se hizo tan popular que en 1812, a tan solo un año de haber muerto Hidalgo, Ignacio López Rayón  acompañado de Andrés Quintana Roo,  desde el balcón de El Chapitel, una casa que se encuentra frente a la Plaza de Armas de Huichapan, Hidalgo, dio lectura al manifiesto de la Suprema Junta Nacional Americana (SJNA), en el que se nombraba a Huichiapan como Cuartel General y Palacio Nacional de América y grita reconociendo a los iniciadores de la independencia por primera vez.

Un año después, Morelos, en el último punto de  “Sentimientos de la Nación” proponía que el grito se celebrara:

“Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la Independencia y nuestra santa Libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se desplegaron los labios de la Nación para reclamar sus derechos con espada en mano para ser oída; recordando siempre el mérito del grande héroe, el señor Dn. Miguel Hidalgo y su compañero Dn. Ignacio Allende. “

En 1825, Guadalupe Victoria, el primer presidente de México, realizó una  misa en la Catedral, donde se encontraban los restos de los caudillos desde 1823. Se iluminaron casas y calles, y se adornaron ventanas y balcones con cortinas.

Desde esta fecha no ha dejado de celebrarse, aun cuando nuestro país se vio en diferentes momentos participando en algunas guerras, se hizo un espacio para poder recordar esta fecha, sin falta.

Solo en 1847, año en que Estados Unidos invadió nuestro país para luchar por la independencia de Texas, terminó con el ejército gringo tomando el centro del país, estos no dejaban que se celebrara el grito en la Ciudad de México, por lo que se celebró en otras partes de la república.

Cabe mencionar que los festejos patrios se realizaban de una manera distinta a la que nosotros lo hacemos.

En 1854 por ejemplo,  se anunciaban a los ganadores del concurso del Himno Nacional. Ignacio Comonfort celebró con programas patrióticos en teatros y verbenas populares, con cañonazos y repiques de campanas, además de una misa y un banquete.

En 1861, Benito Juárez, como presidente,  ocupó el  Teatro de Oriente, para deleitarse con  discursos, poesías y piezas de canto. Esta forma de celebrar con muestras artísticas, dio un giro en 1864 con Maximiliano de Habsburgo, el emperador impuesto, que ante su urgencia por ganarse la simpatía del pueblo mexicano realizó el grito poniendo de moda las arengas desde el balcón.

Tenemos la creencia de que Porfirio Díaz cambio el día del festejo para que este coincidiera con el festejo de su cumpleaños pero la verdad es que se celebra el 15 desde tiempos de Guadalupe Victoria pues así daba más tiempo de que la gente se congregara y extender estos hasta el 16 o incluso el 17 de septiembre.

Lo cierto es que a Don Porfi celebraba a todo lo que daba pues ordenó el traslado de la campana de Dolores a Palacio Nacional para este evento, se dice que una vez que  la colocaron, echaron a volar  varias palomas y se realizó un  desfile por las calles de la ciudad.

A las 11 de la noche del 15 de septiembre, el presidente ondeó la bandera -costumbre que comenzó en 1884 con Manuel González-, y después de sonar la campana, hubo fuegos pirotécnicos y una fiesta popular en la que se elevaron 16 globos aerostáticos, los días 16 y 17 con figuras de animales y payasos.

Y fue así como se implantó una de las tradiciones más poderosas en nuestro país, la noche en que nos sentimos libres y en el que nuestro corazón se hincha al escuchar un ¡Viva México!


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