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Si hay algo con lo que he batallado la mayoría del tiempo es con la idealización – y en general creo que todos -.  Para contar las veces que nos hemos reunido en torno de un café o de un tarro de cerveza entonando canciones de desamor nos faltan dedos de las manos y es que la verdad la factura que pagamos por darnos cuenta que el príncipe azul se va convirtiendo en bestia es bastante doloroso, sin embargo es algo que no tendría que suceder si tan solo dejáramos de idealizar.

La idealización tiene lugar cuando pensamos que una persona es de alguna manera perfecta o mejor de lo que parece en realidad. Desde otro punto de vista también hace referencia a la escuela filosófica del idealismo que sostenía que las cosas solo existen en la mente de la persona que lo piensa, por ello si tú y tu amiga piensan en alguien “guapo” seguramente no vendrá a su cabeza la misma persona.

Sin embargo es un tanto difícil no idealizar sobre todo cuando nos enamoramos. En esta etapa de nuestras vidas dejamos de ser racionales y es cuando vemos a la persona que roba nuestros suspiros como alguien diferente a los demás. ¿Te ha sucedido que has visto a alguna de tus parejas como la/ el más inteligente? ¿La más cariñosa? ¿El más guapo? Y cuando empiezas a platicar de él o ella con tus amigos te dicen “mmmh la verdad no sé qué le ves” “Pues no está mal pero como que le falta algo” Amigos, están siendo presos de la idealización.

Y es que si la mayoría de la gente con la que convives no le ve ninguna de las cosas extraordinarias que tú le ves probablemente estés poniéndole a esa persona atributos que no posee realmente y muchas veces esto es lo que genera el desencanto en una relación pues terminas amando no a la persona real si no … chan chan chan chan “a la idea que te has hecho de ella” pero como ya nos encontramos sumamente enrolados en la relación tratamos que la persona encaje perfectamente en la imagen que tenemos de ella en nuestra cabeza.

Pero el cuento triste no termina aquí, pues cuando le hacemos saber a la otra persona la imagen que tenemos de ella, lo más seguro es que tenga una opinión distinta a la nuestra: “es que yo no soy así” “no sé qué te hace pensar que soy eso”, sin embargo es la segunda piedra que nos ayuda a romper la fantasía pues saberlo de viva voz te iras convenciendo que no estás enamorado de la persona solo de la idea.

Puede ser que haya casos donde una persona deje que la moldeen “Piensa que soy atento, me esforzaré por serlo” “Me ha dicho que soy cariñosa, voy a realmente serlo” pero aunque exista mucha disposición siempre hay un límite para ello y ese llega cuando esta parte que esta empecinada en cumplir lo que piensan de ella se da cuenta que se está traicionando y es aquí donde muchos de nosotros sentimos que ya no estamos mejorando si no empeorando. “Me callo todo porque me han dicho que soy buena gente y reclamar me haría ya no serlo” “Digo a todo que si porque me han dicho que soy muy bueno y no debo fallar”

Y es así donde alguno de los dos – ya sea el que idealiza – que se va dando cuenta que las cosas no son como cree – o  la que es idealizada – que se cansa de fingir lo que no es – notan que la relación no le está haciendo bien y decide terminarla. Y es entonces donde terminas como en el primer párrafo de este artículo – con un café o un tarro de cerveza – haciendo el “recuento de los daños” cuando tus amigos te decían que lo que veías que no era cierto y con el segundo sorbo por fin puedes digerir la idea de que estabas enamorado de tu idea y no de la persona.

¿Se puede hacer algo para evitarlo? ¡Claro! Desde un inicio tratar de ser objetivo. Cuando conoces alguien y te deja sin habla y con el corazón acelerado, probablemente es buen momento de preguntarnos porque nos llamó la atención, si realmente deseamos algo con esa persona, si la estamos mirando de manera real o “con ojos de amor” , es decir darle un poquito de cabida a la razón.

El dejar de idealizar nos hará elegir mejor a nuestras parejas, amar la luz y sombra de quien conocemos y no llevarnos sorpresas con forme avanza la relación.


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