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Si, es un hecho. ¡Las mariposas van a morir! Lo pensé un día mientras los ojos se me llenaban de lágrimas. Tenia entre mis manos dos años de relación que intentaba mantener de pie sin mucho éxito ya, sin embargo con mi poca experiencia, no me daba cuenta que el regalo de el amor real se asomaba entre las grietas de aquello que veía perdido.

El error más grande que cometemos es etiquetar como amor a aquel paquete de sensaciones que comenzamos a experimentar al conocer a alguien y es que, es delicioso sentirnos plenos, que la vida nos sonríe, que hasta el más amargo de los días tiene un saborcito dulce y que el asfalto ha sido sustituido por una larga fila de nubes que hacen que nuestro caminar se vuelva un vuelo.

Lo que en realidad esta pasando en ese momento es un impulso neuroquímico en el cerebro. La dopamina, la serotonina y oxitocina vagan libremente por nuestro ser, por eso cuando nos enamoramos nos sentimos excitados, llenos de energía y nuestra percepción de la vida es, un capitulo de los ositos cariñocitos.

El mundo puede caerse frente a nuestros ojos y lo único que podemos percibir es amor, amor y solo amor.

Pero esta no es la única trampa que nos ponen los químicos, pues así como vemos de hermosa la vida, contemplamos sin ninguna falla a la razón que nos hace sonreír más que los días de quincena. Hasta sus defectos se vuelven algo que solemos pasar por alto, porque es más importante lo que sentimos que lo que vemos.

Sin embargo, los neuroquímicos del enamoramiento, al cabo de un tiempo, al igual que pasa cuando alguien consume drogas durante un largo período, le llega la habituación.

Los receptores neuronales ya se han acostumbrado al exceso del flujo químico y es entonces donde el enamorado abre con tristeza sus labios para esbozar un “ya no siento lo mismo”. Pero esto es solo el principio de esta historia de “terror”

Lo que sigue es que sin los químicos encima comenzamos a ver como es realmente la persona con la que decidimos compartir nuestros días y es aquí donde comienza nuestro peregrinar por el camino del dolor.

Nos percatamos que no es tan inteligente como creíamos, que cuando se ríe hace tanto escándalo que los vecinos de la cuadra siguiente pueden escucharle y que ni esta tan guapo/a como la primera vez que lo vimos.

La idealización con la que iniciamos una relación, se ve duramente golpeada por la realidad y esto, aunque no lo parezca es un enorme regalo, pues justamente nos abre los ojos para poder contemplar al otro desde lo que es, sin filtros.

Reconocer a la pareja nos lleva a mirarle como individuo, con una vida de claroscuros como la nuestra, con procesos iniciados, con heridas no sanadas, con esa imperfección que lo hace tan perfecto.

Cuando somos capaces de enfrentar este duelo, vamos desarrollando nuestra capacidad de amar sin la tela de la ilusión y entonces nos acercamos al amor verdadero. Contemplamos a la persona tal como es, con sus defectos, con sus miedos, con sus luces y aciertos.

Y sí, las mariposas morirán, pero a cambio tendrás una relación duradera y estable. Si quieres que tú lazo se fortalezca, déjalas ir.


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