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Hace poquito más de un año escribía en este mismo espacio sobre el apego y como es que este, que se da desde nuestra niñez, va marcando ciertas pautas para nuestras relaciones adultas, sin embargo este tema no es exclusivo de las interacciones que vamos creando a lo largo de la vida, pues los pequeños hilos también nos van uniendo a cosas y recuerdos con los cuales no nos atrevemos a sacar las tijeras para amputarlos de nosotros.

El desapego nos habla de soltar no en el sentido de abandonar nuestras metas sino más bien el resultado que puedan tener estas.

Una vez quitándole el interés a este posible final damos un disparo al deseo que muchas veces confundimos con la necesidad que nos lleva a buscar lograr de cualquier manera estas metas que tal vez no nos satisfacen.

El desapego tiene sus bases en la confianza en uno mismo, en nuestras habilidades y fortalezas – hago aquí un paréntesis recalcando la importancia de conocerlos y reconocerlos como parte fundamental para lograr una sana autoestima -.

El apego nace justamente de lo contrario: el miedo a la pérdida y de la inseguridad.

Cuando nos sentimos inseguros es cuando nos apegamos a las cosas, como los niños que buscan dormir con sus padres después de mirar una película de terror.

Lo triste de la historia es que mientras más grande se va haciendo el apego, el miedo a la perdida va creciendo en la misma magnitud. Este miedo pone en la tablita nuestra estabilidad emocional que da como resultado una serie de comportamientos disfuncionales. Estos patrones no son para uso exclusivo de la persona que los genera si no que la mayoría de las veces se terminan proyectando al objeto que tememos perder.

El desapego nos marca una pauta para mejorar nuestras relaciones con las cosas y las personas, esto implica no depender de lo que tenemos o de quienes tenemos si no ser más bien ser autónomos. Quitarnos este miedo a la perdida para disfrutar plenamente de lo que tenemos y amamos.

El apego, para los budistas nace por los símbolos: la vivienda, la ropa, el coche y la mayoría de los objetos en general son símbolos transitorios.

Llegando a la edad adulta tomamos el papel de buscadores y corremos a ganar cada uno de estos “trofeos” que nos han marcado para que podamos hablar de “éxito”.

Lo cierto es que muchas veces nos encontramos llorando dentro de un hermoso coche aparcado frente a nuestra linda casa después de llegar de un trabajo de envidia porque en realidad no sentimos vacíos.

Cambiamos nuestro yo real, por el yo perfecto para la sociedad.

Si no nos dan felicidad ¿Por qué perseguimos estos símbolos?

Por la sencilla razón que nos han hecho creer que las posesiones materiales nos dan seguridad y si a esto le añades que te marca un estatus ¡Qué mejor!

Seguramente en algún momento de sus vidas han escuchado un speach tipo: “Cuando tenga tanto dinero, me sentiré seguro y podré hacer todas estas cosas” lo irónico es que entre más dinero se tiene más inseguras se sienten las personas.

Solo date vuelta: escoltas, autos blindados, sistemas de seguridad y una larga lista de protecciones que impiden disfrutar de la auténtica libertad.

Como podrás ver, el apego nos hace amarrarnos para sentirnos seguros lo que al mismo tiempo nos lleva a estancarnos.

Cuando nosotros soltamos y alzamos el vuelo comenzamos a surcar los aires de la incertidumbre, atravesamos los cielos de un no saber que pasara, si llegaremos a tierra firme en algún momento o si de repente nos abrace una tempestad pero lo que es cierto es que aunque esto diera pie a generar cierto miedo por dicha inseguridad de no saber qué puede pasar, es esta misma incertidumbre quien nos destapa la creatividad y al mismo tiempo el regalo de la libertad, pues implica adentrarte a lo desconocido y enfrentarte a un abanico de colores y posibilidades.

Sin esta incertidumbre, caminamos solo en círculos, pues todo esta tan perfectamente controlado que lo único que tienes que hacer es sacar el instructivo y accionar el botón que corresponde, lo que te limita a despertar nuevas habilidades, descubrir nuevos talentos, maravillarte al ir conociendo lo que de ti no sabías.

Cuando nos soltamos y nos vivimos en el desapego, podremos abrazar la incertidumbre, abrirnos a nuevas experiencias y alimentar nuestras ganas de vivir.


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