Seguramente si ustedes me leen desde esta bella ciudad de Tehuacán habrán sufrido el alza de la inseguridad que se ha venido a más desde el mes de octubre en el que tomo posesión nuestro nuevo ayuntamiento.
Inexplicablemente vemos delitos durante todo el día. Páginas de Facebook se encargan de en listarnos diariamente robos, asaltos, detonaciones de armas de fuego, secuestros y una lista de actos que parecería que vivimos en una ciudad sin ley.
Usualmente, hace unos años veíamos estos fenómenos en la periferia de la ciudad, incluso ciertas colonias se ganaron su título de “peligrosas” por diferentes bandas que se fueron gestando en su interior.
Lo curioso del caso es que en nuestros días a unos pasos de nuestra “Casa de los Altos” a plena luz del día, distintas personas han visto sus posesiones cambiar de mano.
Esta situación tan penosa para Tehuacán, me hizo recordar a Thomas Hobbes, un filósofo inglés al que se le ha considerado uno de los fundadores de la filosofía política.
Por allá de 1651 escribió el Leviatán, nombre que por cierto reciba un enorme monstruo “del mal” en el antiguo testamento, mezcla entre serpiente y ballena, sin piedad, sin escrúpulos y sin compasión (toda una “telesa”) que se creía era una de las representaciones del mismísimo señor de los infiernos.
Para Hobbes está terrorífica criatura – que sería una metáfora del gobierno – es necesaria para la presencia de la paz y orden en la sociedad, ya que esto tendría como resultado el progreso de los individuos y el evitar que se amedrenten, amenacen o ataquen unos a otros. (En Tehuacán no, eh)
Thomas en los primeros capítulos de su libro comenzaba a hablar de la bella naturaleza del hombre, estos hermosos seres de la creación que van adquiriendo conocimientos a través de la experiencia.
Luego estos junto con algunas construcciones mentales y momentos de reflexión hace que tengamos algunos poderes gitanescos adivinatorios que nos ayudarían a anticiparnos al futuro para actuar con prudencia – aunque muchas veces nos aventamos como “El Borras” -.
Sin embargo lo que se espera de nosotros es que actuemos de acuerdo a nuestra experiencia para evitar situaciones indeseadas y dolorosas. (Muchos de nosotros desde este punto ya le hemos fallado al señor Thomas).
Sumado a esto Hobbes hablaba de la importancia de hacer un buen uso de la palabra, ya que por medio de ella llegamos a la verdad, la cual podemos compartir con los demás en una deliciosa charla de café mientras entre sorbo y sorbo nos vamos aprendiendo de las experiencias de los otros, sin embargo si existiese un error en este, en el decir o el entender, podríamos regresarnos a esa parte de dolor que no es nada bonita.
Permítanme ilustrarles con un sencillo ejemplo de dominio público:
– Pero si ayer me dijiste “te amo”
– No Ernesto, te dije: Te llamo, ¡te llamo!
Omitiremos el terrible desenlace pero guardamos un minuto de silencio al corazón de Ernesto en esta línea.
Siguiendo con los componentes de los humanitos nos topamos con la voluntad, aquella que hace al hombre moverse para alcanzar sus metas.
Sin embargo, para que se cumpla esto último irá con la espada desenvainada para poder apartar de su camino aquellas situaciones desagradables y poder concentrarse solo en las agradables.
El problema surge cuando en la búsqueda de estas sensaciones aparecen los villanos que interfieren en nuestros deseos o peor aún, cuando nos damos cuenta que esa fuente de placer tiene que ser compartida.
Esto hace que muchas veces nos encontramos en batallas constantes dignas de un capítulo de Game of Thrones.
Pero ¡Que no Panda el Cunico! Pues para ello tenemos nuestro monstruo de cuerpo de serpiente y cabeza de ballena, que nos meterá en cintura. (Ya vimos que no aplica en Tehuacán, eh)
Hobbes decía que un mundo sin autoridades sería un completo caos, donde cada uno de los humanitos estaría dándose hasta con la cazuela unos contra otros pues estos solo se dejarían llevar por sus instintos más egoístas.
Por tal motivo entre ellos y el gobierno hay un contrato social mediante el cual los ciudadanos se comprometen a obedecer las leyes y respetar a sus gobernantes a cambio de paz, lo que los lleva a renunciar a un poco de su libertad a cambio de seguridad. (O a cambio de nada, como en Tehuacán).
La principal función del gobierno, decía Hobbes, es proveer seguridad, aún a costa de las libertades individuales.
Muchos gobiernos, por ejemplo, justifican con esto el famoso espionaje telefónico (¿Recuerdan el escándalo que desató Pegasus en México? ¡Exacto!)
Thomas decía que si los gobernantes no eran capaces de ofrecer este seguro escenario, el contrato debería romperse y por lo tanto los ciudadanos ya no deberían someterse a dicho gobierno.
Aunque hay que tomar en cuenta que para ello, según Hobbes debemos de considerar que dentro de la naturaleza humana existe la generosidad y qué tal vez si somos capaces de cooperar sin necesidad de ningún intermediario.
Probablemente aun nos falte trabajo personal para hacernos cargo nosotros mismos de la sociedad, pero lo que sí es una realidad es la incapacidad de nuestro gobierno municipal en materia de seguridad, y es que vivimos en la eterna angustia mientras cuidamos nuestras espaldas para no volvernos de la delincuencia una cifra más, pues sin duda el feroz Leviatán está presente, con su porte y esas cejas que lo hace imponente – tan solo en apariencia -, mientras los malhechores se pasean delante su rostro y el hace como si nada sucediera.
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