Muchas veces me senté a la orilla de mi cama llorando por los retrocesos que creía tener. Si era una mujer con la voluntad de cambiar y de hacer las cosas diferentes ¿Por qué volvía a fallar? “Me levanto temprano, hago yoga, medito, repaso mi lección del día ¿Por qué no entiendes, Anllely? ¿Por qué te sigues poniendo así?” Me decía.
Lo cierto es que cuando hartos de vivir en el lodazal en que nos encontramos y deseosos de empezar a movernos hacia “una vida mejor” perdemos el equilibrio de las cosas y comenzamos a caminar hacia el otro extremo de la balanza: La Perfección.
Es como si una vez que hubiera pasado el escáner por toda mi persona y viera todas las fallas que tengo y que me han acarreado todo tipo de problemas, sacara el agua, jabón y cloro para limpiar toda mancha sobre mí y una vez lograda la pulcritud momentánea tenga prohibido volver a ensuciarme. Caemos en la auto exigencia, queremos estar BIEN SIEMPRE.
Y es IMPOSIBLE. Somos humanos que aunque ya tenemos un camino recorrido, ciertos aprendizajes apuntados en el currículo de nuestra vida, golpes y raspones que garantizan que hemos pasado con éxito ciertos niveles de nuestro propio videojuego, seguimos sintiendo. ¡Y está bien! No hay nada malo en enfadarme cuando siento que algo no es justo o sentirme triste porque algo no salió como yo esperaba o sentir confusión por una decisión que tengo que tomar.
Sentir dolor, duda, angustia, miedo en ciertas situaciones de mi vida no está mal. El problema vendría si yo normalizo alguno de estos estados y lo tomo de residencia para vivirme; Pero si en algún momento en mi paleta de colores se asoma un gris, puedo permitirme experimentarlo sin sentirme culpable, sin juzgarme, sin pensar que algo estoy haciendo mal.
Cuando estamos en este camino de hacer una mejor versión de nosotros mismos, tememos mucho que se pare el diablito en nuestro hombro y nos diga al oído sobre lo sorprendido que esta de nuestra forma de actuar cuando estamos tristes, “¿Cómo es posible que estés así después de todo el trabajo personal que tienes? con todo el perdón que prácticas y todas las actividades que realizas, ¡Ya deberías estar bien!” Pues no, se trata de ser yo mismo y de permitirme experimentar lo que siento, vivir lo que siento sin ponerle parche pues de hacerlo, solo iré acumulando malestar y muchas veces las emociones reprimidas y no expresadas encuentran su salida en enfermedades.
Que tengamos momentos de duda, momentos de tristeza o altibajos es normal en esta experiencia humana, hasta los grandes iluminados no fueron perfectos y se permitieron vivir sus emociones: Jesús, por ejemplo mostró indignación e ira, cuando en Jerusalén intento predicar en el templo, y se dio cuenta que este estaba tan lleno de mercaderes por lo que se dispuso a expulsarlos a todos.
Así que hay que amarnos con todo lo que somos, con cada una de las partes que nos componen aun en nuestros días “difíciles” sin juzgarnos, sin exigirnos, sin obligarnos a ver todo de color rosa siempre. Amate siendo tú, con tus momentos, con tus procesos y tus fases, recuerda que incluso la luna, no siempre muestra su rostro enteramente iluminado pero aun así, sigue brillando.
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