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Concepción Hernández Méndez

El 21 de febrero de 1952 en Bangladesh un grupo de estudiantes demandaba que su lengua materna, el Bangla, fuera reconocida como lengua oficial. La policía mató a tres de ellos: Abul Barkat (del pueblo Babla, estudiante de Maestría en la Universidad de Dhaka), Rafiquddin Ahmed (estudiante, del pueblo Paril Baldhara del distrito Manikgonj) y Shafiur Rahman (del pueblo Kunnyogar, empleado de la sección de contabilidad de la Corte de Dhaka). Tuvieron que dar su vida estos jóvenes para que fuera reconocida la importancia de las lenguas maternas.

En Canadá los miembros de la organización “Amantes de la Lengua Materna del Mundo”, hablantes de distintos idiomas como el inglés, el cantonés, el francés, el alemán, el filipino, el bengalí, el hindú, etc., exhortaron en 1999 a la ONU y a la UNESCO a declarar el 21 de febrero como el Día Internacional de la Lengua Materna, en memoria de los jóvenes masacrados en Bangladesh. En respuesta, la Unesco les informó que esa propuesta sólo podía ser considerada si venía de la Comisión Nacional para la Unesco de algún país miembro. Así fue que organización y el Ministro de Educación de Bangladesh presentaron a la Unesco la propuesta, adoptándose la histórica resolución de que el 21 de febrero sea el Día Internacional de la Lengua Materna, lo que la 30 Conferencia General de la Unesco, realizada el 17 de noviembre de 1999 aprobó por unanimidad. Por esto, a partir de febrero de 2000, el 21 de febrero de cada año se celebra y promueve el multilingüismo y la diversidad cultural.

Entre las lenguas maternas de México están el español y las 60 lenguas indígenas (4 de éstas importadas en México por los guatemaltecos que huyendo del conflicto armado en su país se refugiaron en Chiapas y luego en Campeche) en la década de los 80.

Antes de que llegaran los españoles había más de 100 idiomas indígenas en México, muchos de ellos extintos ya y otros a punto de extinción, como el tepehua y el popoloca. Por eso hago esta reflexión sobre las lenguas indígenas habladas en la región de Tehuacán, todas ellas pertenecientes a la FAMILIA OTOMANGUE, las cuales deberían promoverse por las instituciones educativas.

La lingüista Yolanda Lastra, de la UNAM, dedicada por años al estudio de las lenguas otopames (que forman parte de la familia otomangue) señala en su libro LOS OTOMÍES, SU LENGUA Y SU HISTORIA (UNAM, 2006) que “no sabemos cuál fue el lugar de origen de los otomíes ni de los otomianos, es decir de los hablantes del proto-otomiano, lengua hablada por los antecesores tanto de los otomíes como de los mazahuas, ocuiltecas y matlatzincas, que sabemos que el proto-otopame se empezó a diversificar alrededor de 3500 antes de Cristo, lo cual nos indica su gran antigüedad, pero no su posición geográfica. Como ya hemos dicho, el valle de Tehuacán se ha postulado como el centro de diversificación de las lenguas otomangues alrededor de 4500 antes de Cristo. Probablemente de ahí emigraron unos grupos hacia Oaxaca y los otopames hacia el noroeste, aunque no hay ninguna fuente, ni vestigio arqueológico que nos indique esta emigración, sólo se trata de suposiciones basadas en la distribución lingüística. Lo cierto es que en el valle de Toluca convergen los idiomas otomianos.” El doctor Pedro Carrasco por su parte, considera que el valle de Toluca y las montañas hacia el norte son el centro de caracterización y dispersión de los otomianos porque ahí es donde hubo una subdivisión.

Las lenguas otomangues son una extensa familia lingüística que comprende a varios grupos de idiomas amerindios que se hablaron desde el centro de México hasta Nicaragua, sobreviviendo de ellas, sólo las lenguas otomangues mexicanas. El mayor número de hablantes de esta familia se localiza en el estado de Oaxaca donde se hablan 16 idiomas indígenas IDIOMAS, NO DIALECTOS, de los cuales el zapoteco y el mixteco son hablados por alrededor de 1 millón y medio de personas, cerca de la tercera parte de la población.

Las lenguas otomangues habladas más al norte son las oto-pameanas u otopames: el otomí, el mazahua, el jonaz, el tlahuica, el matlatzinca y el pame, están vivas aún en los estados de Hidalgo, Querétaro, México, San Luis Potosí, Tlaxcala, norte de Puebla, Veracruz y Guanajuato. Varias lenguas otomangueanas se encuentran en peligro de extinción, como el ixcateco y el matlatzinca que las hablan unos cientos de personas nada más. El mangue ya se extinguió.

Las lenguas otomangues del presente:

La familia otomangue se compone de siete ramas: amuzga, chinanteca, mixteca, otopame, popoloca, tlapaneca y zapoteca, como se muestra en este mapa: unas pequeñas manchitas correspondientes a los otomangues poblanos: los otomíes que viven entre Puebla,  Veracruz e Hidalgo y, los popolocas y mixtecas del sur de Puebla.

Este 21 de febrero celebramos el que en San Luis Temalacayuca, en San Marcos Tlacoyalco y en San Pedro Atzumba, pueblos cercanos a Tehuacán, estén vivos los idiomas otomangues. Mientras cada popoloca y cada mixteco  hablen su idioma materno, la familia otomangue sigue viva. Igual queremos que siga vivo el idioma náhuatl o mexicano, lengua materna de muchos miles de habitantes de de esta región.

Y por cierto, la palabra memela, viene del otomí: me = tortilla y me me = tortilla gruesa o doble.


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