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Hace algunas semanas, cuando les hablaba de Leibniz tenía muy claro que debía convidarles del pensamiento de Spinoza, sin embargo por múltiples factores se fue aplazando y hoy entendí que tenía que venir a plantarme frente al lago para poder hablarles de Dios.

Cuando tenía 23 participe en aquellas famosas casas de oración en las que aprendí de Él desde la perspectiva católica y me quedo muy claro que muchos de sus seguidores se mostraban tranquilos por todos los poderes que poseía.

Uno de estos poderes es la Omnipresencia, con la que recuerdo mi mamá en varias ocasiones pudo aplacar mis malos comportamientos. “No digas mentiras que a mi podrás engañar pero Diosito te está viendo” y santo remedio. (Años después entendí que si tiene esta característica pero que el punch de su presencia es mucho más grande de lo que se piensa).

Lo cierto es que cuando decidí alejarme de las doctrinas y complicarme la vida con la filosofía llegó a mis manos el pensamiento de Spinoza del cual me enamore – y Einstein también, pues incluso él afirmaba que era en su concepto de Dios en el cual creía -.

Aquí encontraran el porqué.

Corría el siglo XVII, el mundo dejaba de ser contemplado desde el pensamiento religioso para dar paso a ser observado desde la óptica de la razón.

Uno de los principales exponentes de esta corriente es Baruch Spinoza, un holandés hijo de judíos adinerados quienes lo forman en el estudio de la Biblia y de su doctrina religiosa.

Cuando tenía 20 años descubre las ideas de René Descartes que lo hacen alejarse de su formación ortodoxa por lo que acusado de ateísmo es excomulgado por medio de un decreto que está lleno de más maldiciones que cualquier canción de Jenny Rivera (“Maldito sea de día y maldito sea de noche; maldito sea cuando se acuesta y maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando regresa. Que el Señor no lo perdone. Que la cólera y el enojo del Señor se desaten contra este hombre y arrojen sobre él todas las maldiciones escritas en el Libro de la Ley” no más pa´ que se den una idea).

Este mismo documento decía que nadie podía permanecer bajo el mismo techo que él, tener comunicación y que incluso debían mantenerse por lo menos a cuatro yardas de distancia de su persona.

Por lo que su familia le saca de la casa, lo deshereda y tiene que dedicarse a pulir lentes en otras ciudades de Holanda para subsistir.

Pero ¿Cuál fue el pecado del dulce Baruch para que todos le aplicaran la Ley del Hielo? ¿Qué ideas tenia de Dios que les causo el patatus a los Judíos? ¿Por qué Anllely y Einstein le han comprado su idea de Dios?

Para Spinoza Dios es: “La sustancia que consta de infinitos atributos”.

No me detendré a explicar mucho lo que es sustancia pero les daré un tour por encimita al concepto para que no quede volando. La sustancia es para Baruch, aquello que puede existir “Por Si”, es decir no necesita de ninguna otra cosa para existir.

Con esto queda claro que solo Dios es y puede ser sustancia, pues solo Él no necesita de nada más para existir, todos las demás criaturas dependemos de Él.

Dios es la causa de todas las cosas, solo que no tiene de donde escoger, Él hace lo que hace porque responde a su naturaleza. No crea algo fuera de Él, pues como fuera de Él no hay nada, lo que forma lo hace en su interior y por ello todo lo que crea es parte de Él, es decir, todo está en Dios y Dios está en todo.

Todo lo que vemos, todo lo que percibimos forma parte suya.

Tu eres una parte de Dios, yo soy una parte de Dios, este periódico es una parte de Dios, la silla donde estas descansando es una parte de Dios.

Todo en el universo está formado a partir de una sustancia única que es Dios.

Para Spinoza no existe el bien ni el mal, solo existen leyes con las cuales se rige el universo para poder funcionar. Por lo que él nos invita a llevar una vida de contemplación en la que ayudados por la razón podamos entender dichas leyes. Los científicos hacen mucho esta tarea pues observando a través del estudio de la naturaleza logran comprender al universo, es por esta razón que el Dios propuesto por Baruch ha conquistado varios corazones dedicados a la ciencia.

Desde el pensamiento de Spinoza, conocer a Dios no se trata de leer la Biblia, asistir a misa cada domingo o ponerte de rodillas a rezar.

La verdadera forma de conocerlo es a través de la naturaleza, de las ciencias que se dedican a su estudio, pero también estudiando nuestro propio comportamiento.

“No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti”.


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