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Anllely Cruz Armenta
Psicoterapeuta

El amor, una palabra altamente pronunciada pero diminutamente entendida.

En terapia, la mayoría de las personas que llegan a mi hablan acerca del amor: el que no obtienen de sus parejas, el que sus padres les quedaron a deber en la infancia, el que no les corresponden.

Lo cierto es que el amor tiene diferentes significados, según como en la feria nos haya ido a cada quien y es que, la mayoría de las veces nos dedicamos a definirlo de acuerdo a como lo hayamos sentido.

Lo que no sabemos es que un coctel de hormonas se ha apoderado de nuestro cuerpo y más bien terminamos por etiquetar como amor a aquella bomba química que hace nacer un santuario de mariposas en el centro de nuestro estómago.

Sin embargo, muchos estudiosos dejando de lado la parte sensible y poniendo más al foco la razón, ha dedicado sus esfuerzos a tratar de definir tan noble sentimiento.

Uno de ellos – y para mi el de cabecera- es Erich Fromm, destacado psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista de origen judío alemán, que nos regaló un libro enterito sobre el tema “El Arte de Amar”, en el explica como nosotros invertimos mucho tiempo en cosas que consideramos que van a otorgarnos un beneficio: una estabilidad, un status, reconocimiento, pero… dejamos de lado el amor.

Fromm dice que tal pareciera que el amor se ha convertido en un lujo en el cual no estamos dispuestos a invertir nuestro tiempo, pero en el fondo es una de las cosas más anheladas.

Así llega a la pregunta ¿El amor es un arte?

Desde una respuesta negativa, el amor se convierte en una especie de objeto, en algo que podemos comprar o merecer.

Si vemos al amor como un arte, estaríamos dispuestos a invertir tiempo para adquirir conocimientos y sobre todo a practicarlo. La negativa nos lleva a pensar cómo es que podemos conseguir que los demás logren amarnos, mientras que, desde una perspectiva positiva, emprenderemos la búsqueda de cómo podemos amar a los demás.

Otro factor que señala el autor que debemos tomar en cuenta es la “separatidad”, término que utiliza para nombrar a la soledad.

Al estar aislados no podemos mantener una relación armoniosa con el prójimo ni con nosotros mismos, sin embargo, trataremos de llenar este vacío, pero con ello surge a la posibilidad de que ante este reto, fracasemos lo que nos llevará a amar de una forma inmadura.

Este será el peor de los escenarios, pues sin duda garantizará que lastimemos a aquellos que estamos intentando amar al mismo tiempo que nos lastimamos a nosotros mismos.

Sin embargo, también esta la posibilidad de alcanzar el éxito, a través del amor maduro. Un amor que respetará la integridad de quienes nos rodean pero sobre todo nos hará bien.

“El amor infantil sigue el principio: Amo porque me aman. El amor maduro obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo porque lo necesito. El amor maduro dice: Te necesito porque te amo“ (Fromm, 2005, p.47)

El amor maduro nos hace ver que para vivirlo plenamente necesitamos compromiso, no es algo que podamos tomar a la ligera.

Es impermisible amar en intermitencias.

De hecho, Erich nos habla de que existen cuatro elementos del amor, y que son indispensables para que este pueda existir: en primer lugar tenemos el cuidado, que hace alusión a que el amor consiste en que el amado se preocupa por la vida, el bienestar y el crecimiento personal de quien decide amar.

En segundo lugar coloca la responsabilidad, que refiere a responder a las necesidades que pueda presentar el objeto amado; en tercer lugar tenemos que el amor va de la mano del respeto, es decir, siendo conscientes de la individualidad que posee el objeto amado, alejándonos de cualquier forma de dominación; y por último nos habla del conocimiento.

Fromm habla del amor en su totalidad, abarcando las relaciones fraternales (el que se da entre iguales), al amor materno (aquel que se experimenta por la vida de un hijo), el amor erótico (hacia la pareja),  el amor a Dios, y el  amor a uno mismo.

Reunidos estos 5 fragmentos, podemos observar un enorme rompecabezas de amor en todos los niveles y así surge el amor por el todo.

“Si amo realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida. Si puedo decirle a alguien «Te amo», debo poder decir «Amo a todos en ti, a través de ti amo al mundo, en ti me amo también a mí mismo».” (Fromm, 2005, p.52)

Aprender a amar es un arte y es de valientes ¿Te atreves?

Bibliografía: FROMM, E. (2005. El arte de amar. Barcelona: Paidós.


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