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Anllely Cruz Armenta
Psicoterapeuta

Reconozco que el título que lleva esta columna es un tanto disparatado e incluso increíble, pero conforme vayas avanzando en estas líneas entenderás porqué hay pasos que das como si de caminar sobre una espiral se tratara.

Tenemos adicciones: a las situaciones extremas, a los trabajos demandantes, a correr al ritmo del segundero del reloj, a ayudar a los demás, a discutir con extraños en internet, a las relaciones tóxicas. Tal vez con esta historia puedas entenderlo mejor:

Clara es una chica de 28 años. Como muchas mujeres, desde que era pequeña tenía el sueño de conseguir una historia de amor como la de las princesas que miraba en las películas animadas. Desde que conoció a Eric a los 17, pensó que lo había conseguido. Era guapo, atento, caballeroso, popular entre las chicas de su edad y hasta tenía el nombre del príncipe de uno de los cuentos de su infancia. ¿Qué podría salir mal?

Sin embargo, todo salió mal. A los 3 meses, Eric parecía molesto por todo; comenzó a elegirle a Clara las amigas y ¿amigos?, ni pensarlo.

Ella debía vestir de una forma muy específica; pasar más tiempo con él que con su familia. Él podía salir con sus amigos y mandarse mensajes con otras chicas, se daba tiempo para resolverle cosas a su ex, cada que ella se lo demandara y Clara debía permitirlo pues, según Eric, era una muestra de su enorme amor. Después de varios “amiga date cuenta”, y las rodillas raspadas, Clara logra salir de la relación ¡dos años después que comenzara su cuento de terror!

Meses después, conoce a Renato; él estaba pendiente de ella todo el tiempo. Le mensajeaba para saber cómo estaba; trataba de procurarla, la sorprendía a menudo con una flor, con la lectura de un poema o dedicándole canciones que algunas veces le cantaba cuando estaban juntos. Clara sabía que Renato era lo que toda chica hubiera deseado, sin embargo, a menudo les contaba a sus amigas que “como que algo le faltaba” y jamás pudo darle a Renato un papel dentro de sus días. Cuenta la leyenda que después de una incesante lucha de 2 meses, Clara, ante el asombro de sus amigas, volvió con Eric.

Seguramente hasta aquí pensarás ¿Qué rayos pasa con Clara?, sin embargo, no todo es tan sencillo como parece y si continúas leyendo, entenderás, desde el nivel bioquímico, el por qué.

Relaciones como estas las hemos vivido todos, y no solo en el plano afectivo, también en lo laboral e incluso en nuestras relaciones sociales, que no tienen tanta relevancia (como las que llevamos en las redes).

Los ingredientes son dos y son muy precisos: una acción detona, una emoción (que son reacciones químicas)

Cuando una situación nos genera una reacción en forma de emoción, la química interna manda una señal a los genes para que estos se activen o se desactiven.

Los genes son los responsables de hacer que una célula fabrique proteínas, que son las encargadas de la estructura física y las funciones fisiológicas del cuerpo (por ejemplo, las células de la piel crean proteínas como el colágeno y la elastina, las células inmunológicas, anticuerpos y las de los ojos, queratina). No hay un solo órgano en todo el cuerpo que no necesite proteínas.

Ahora, al vivir en ambientes tensos, vamos a experimentar las mismas emociones una y otra vez – generalmente asociadas al estrés – lo que llevará a nuestras células a recrear los mismos compuestos químicos y así tenemos nuestra dosis diaria de adrenalina y cortisol que nos hará tener una dependencia a ¡Nosotros mismos!

Y, si las condiciones externas cambian ¿Nos llegaría el alivio? Posiblemente sí, pero, tienes que tomar en cuenta que es un proceso, pues, como en todas las adicciones, debemos de acostumbrar al cuerpo a que ya no tendrá su oleada diaria de hormonas. Si llevamos ya un tiempo considerable condicionando a nuestro cuerpo a que produzca un ciclo de pensamientos y en consecuencia, emociones; sin darnos cuenta estamos generando esta adicción a lo que nosotros mismos producimos.

De modo que una mejora en tu entorno externo, no necesariamente rompe esta adicción. Como lo explicaría Joe Dispensa, para ejemplificar todo esto, se tiene el cambio a un nuevo trabajo, que nos saca de otro que nos hacía sentir tristes y oprimidos, y que nos dará felicidad solo unas semanas o unos meses. Pero si llevamos años condicionando a nuestro cuerpo para que sea adicto a la desgracia, acabaremos volviendo con nuestro antiguo patrón – o a un ambiente exterior similar – porque nuestro organismo ansía su dosis diaria.

Así que, está en nosotros poner atención a nuestras emociones y salir a tiempo de situaciones que nos hagan sentir – y producir – justo lo que no queremos, ni merecemos.


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