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Shiki Kawabata es una escritora nacida en Japón quien se ha especializado en la creación de mangas.
Para quienes desconozcan este término, es la forma de referir, en japonés, a las historietas que conocemos como comics – , siendo de sus obras más destacadas Sora wo Kakeru Yodaka, la cual se tradujo al español como “El Patito Feo Que Surcó los Cielos”.

Fue distribuida en tres tomos y debido a su éxito, una famosa plataforma de distribución de material digital la ha acercado a nuestros ojos este agosto.

Seguramente muchos amantes del manga a estas fechas habrán devorado ya la serie completa que consta de 6 capítulos, mientras que yo, que la he tomado este 22 de agosto – justo el día que me encuentro escribiendo estas líneas – me he enganchado de veras por todo el fondo que siento es muy bueno reflexionar.

La historia se centra en el intercambio de cuerpo, que no es nada nuevo en la cultura japonesa, pues quienes han tenido oportunidad de ver el trabajo de Makoto Shinkai en Kimi no Na wa – la encuentran en la misma plataforma bajo el nombre de “Your Name” y es fabulosa – sabrán que es un recurso que ya ha sido usado anteriormente, sin embargo en esta ocasión se presentan grandes variantes en el motivo que da origen a este cambio de cuerpos.

Había una vez una chica llamada Ayumi, una japonesita que aparte de ser guapa era muy querida por todos sus amigos pues es lo que llamaríamos coloquialmente una “buena persona” que se preocupa por los demás.

Tiene unos papás que la quieren mucho, pertenece a una clase social alta y Shiro – el galán de la historia- derrapa por ella. Del otro lado, encontramos a Umine, quien es compañera de Ayumi y es en resumen lo opuesto a ella y esta secretamente enamorada de Shiro.

Resulta que un día en el que Shiro por fin invita a salir Ayumi, antes de encontrarse en el lugar de la cita – que curiosamente era el mismo día que acontecía la luna roja – , Ayumi recibe una llamada de Umine, diciéndole que se va a suicidar y que quiere que ella sea testigo, por lo que al voltear hacia atrás Ayumi presencia el lanzamiento de esta desde lo alto de un edificio y en la siguiente escena vemos como Ayumi despierta en el hospital en el cuerpo de Umine. ¡y aquí comienza todo!

No les echare a perder la serie, si es que deciden verla, pero al menos el capítulo y medio que llevo hasta este momento me paro en seco a reflexionar sobre muchas cosas.

En un principio pareciera que Umine es la mala de la historia, pues es ella – perdón por el spoiler- es quien provoca que suceda este intercambio que deja a la pobre de Ayumi con un cuerpo que es de una complexión doble de lo que es ella y con un estilo de vida totalmente diferente.

Lo interesante aquí es que uno llega a sentir compasión por Umine al ver el alto grado de complejidad en el que vive por su aspecto y que sin duda crea un gran impacto en su autoestima, además su mamá es una figura castrante que toma cualquier tiempo para recordarle lo fea que es y que eso, por más que lo intente, jamás cambiara, sumado a eso es rechazada por sus compañeros de salón y para rematar Shiro la ilusiono y después le dijo que siempre no.

¿Se han imaginado con cuantas Umine nos hemos topado en nuestra vida sin siquiera saberlo? Muchas veces hemos juzgado alguien por apariencia o por comportamiento si saber cuál es la historia de donde emergen dichos actos o maneras de ser.

Rechazamos, hablamos mal de alguien y hacemos comentarios despectivos. Hay casos – más tristes – en los que Umine somos nosotros, pues también solemos rechazarnos y somos duros con las criticas que nos damos. Quisiéramos estar en los zapatos de ese otro que – pensamos – no sufre, o que tiene más dinero, o tiene más suerte o es más guapo.

La invitación de abrazar a un patito feo va más allá de lo físico, pues es más bien el volvernos empáticos y entender que cada uno de nosotros somos el resultado de nuestras interacciones, creencias y herencias familiares. Es el aceptar al otro tal cual es y el abrazarme a mí por todo lo que soy y saber que somos ya el milagro más grande de eso que llamamos vida.


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