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Hace muchos años solía pasar las tardes con mi mamá acostada mirando novelas – tenía como 10 años y antes de que me juzguen la última vez que sintonice televisa para ver contenido de ese tipo fue en 1995, pero lejos de causarme vergüenza me ayudo a saber que nunca más volvería a hacer eso-.

El caso es que entre sus diálogos, los personajes enojados llamaban cínico a quien habían cachado en una movida al puro estilo de pinocho.

Lo cierto es que aunque tenemos integrada esta palabra en nuestro léxico para mostrar nuestra desaprobación a una persona el origen es bastante interesante. En este capítulo también les hablaré de uno de mis filósofos favoritos, por su carácter irreverente y tal vez a quien consideraría el primer troll de la historia.

A finales de siglo 4 A.C. el poder de muchas ciudad – estado – incluida Atenas – comienza a declinar-, es en este escenario que Alejandro Magno comienza la conquista de un vasto territorio, al que después colonizó con griegos quienes eran los administradores de estas colonias, de esta manera la cultura y lenguaje de estos se pudo extender en el mundo antiguo.

En este ambiente surge una de las escuelas Helenísticas que es la ocupa esta columna: Los Cínicos.

Su nombre proviene del griego y significa perro y es que en realidad esta era la forma en que la gente llamaba a los amigos de esta escuela filosófica pues vivían tal cual como el mejor amigo del hombre.

Los perritos hacen todo en público, y todo es todo – ¿Cuántas veces no hemos pensado en echarles agua a dos perritos que se dan “la prueba amor en plena calle”? – se rigen por la naturaleza de sus instintos dejando a un lado los mandatos sociales, lo que de alguna manera garantiza su felicidad, lo cual era precisamente lo que estos muchachos querían alcanzar, esa sencilla felicidad de los perros.

Ellos no se esforzaban en conseguir dinero por ejemplo, pues decían que esto los volvía dependientes de otros. Por ello se limitaban a lo mínimo necesario para vivir.

Otro elemento característico de los Cínicos era su forma de comunicarse pues siempre decían lo que pensaban sin tener en cuenta lo que opinara la sociedad (¿alguien dijo Doctor House?).

Rechazaban al gobierno, a la propiedad privada, la religión y el matrimonio; despreciaban el lujo y los placeres.

Esta escuelita fue fundada por Antistenes que entre sus pupilos tuvo al gran irreverente Diógenes de Sinope (¿Alguien dijo House otra vez?).

Al pequeño Dio le costó un poco matricularse a esta escuela pues no era bien visto ya que su papá había sido encarcelado por falsificar monedas.

Cuenta una leyenda que cuando Antistenes quiso correrlo y saco su bastón para golpearlo, Diógenes no se intimido y le contesto que no habría nada tan duro para golpearlo mientas creyera que él tenía algo que enseñarle.

Se tomó bastante en serio el cinismo, tanto que llego a llevar una vida de perro – y no fifi, si no de uno callejero -.

Rechazo la decencia, los convencionalismos, la vestimenta e incluso el vivir en un lugar digno, es decir, convirtió la pobreza extrema en una virtud. Caminaba descalzo y medio desnudo. Su larga lista de pertenencias incluía: un manto, un báculo y un morral. Siempre llevaba un farol en las manos, pues decía que “buscaba un hombre honesto”.

Por casa tenía una tinaja – hay quienes dicen que El Chavo del 8 le rendía tributo viviendo en un barril, pero no me hagan mucho caso -. Hacia sus necesidades a la vista de todo público, además de que una vez se masturbo en el ágora, pues él decía que ninguna actividad humana era tan vergonzosa como para que esta fuera privada.

Una de las anécdotas más contadas de nuestro House antiguo refiere a la vez en que fue convidado a un banquete a la casa de una adinerado hombre, quien ante la fama que ya tenía Diógenes prefirió curarse en salud, advirtiéndole que allí estaba prohibido escupir, ante este enunciado, el invitado hizo unas gárgaras para aclarar la garganta y le escupió directamente a la cara comentando que no había encontrado otro lugar más sucio para escupir.

Otra historia cuenta que cuando Alejandro Magno quiso conocerlo, le encontró tomando el sol en una plaza y se puso a conversar con él y cuentan que el dialogo que sostuvieron fue más o menos así:

Alejandro: ¡Pídeme lo que quiera y será tuyo!

Diógenes: ¡Quítate de donde estas, que me tapas el sol! (bitch please)

Se fue ganando una fama que fue forjándose a través de la realidad y del mito, lo cierto es que él creía que el mundo era malo, por ello la necesidad de regresar a lo más primitivo.

Estas ideas fueron recogidas posteriormente por los Estoicos (Fin De Semana No. 1809) quienes no se radicalizaron tanto en la parte del desapego material y veían a los bienes como herramientas de las cuales es importante tener el control antes de que estas nos controlaran.

Su muerte también fue todo un espectáculo, al igual que su vida, pues aunque no se sabe realmente como ésta sucedió, las leyendas que se cuentan son muy peculiares. Por un lado corre el rumor de que pereció atragantado, mientras degustaba un pulpo vivo, hay otros que aseguran que fue por su propio gusto mientras aguantaba la respiración.

En lo que coinciden es que entre sus últimas frases estaba: “cuando me muera échenme a los perros, ya estoy acostumbrado”.

Ahora sabes que cada que sale de tu ronco pecho las silabas de la palabra “cínico”, no solo estás haciendo referencia a que el receptor es displicente o un descarado mentiroso, si no que sutilmente le estas diciendo perro.


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