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Clava tu bandera al mástil

Allá por el siglo XVIII, en la llamada Cuarta guerra anglo-neerlandesa (1780-1784) sucedió una anécdota muy interesante.

Se dice que cuando la batalla arreciaba en el mar y el ejército que estaba siendo derrotado, para notificar su rendición al contrincante bajaban la bandera que ondeaba en el mástil y cesaba la batalla y la rendición era un hecho.

Mientras un barco holandés arreciaba su ataque contra la flota inglesa, uno de los cañonazos dio directamente en el mástil, al caer el enorme trozo de madera, una parte cayó sobre la humanidad del capitán quedando sumamente herido.

Los marineros voltearon hacia el mástil y observaron que la bandera no estaba… ésta había caído. Por un momento quedaron confundidos pensando que el capitán había ordenado la rendición.

Uno de los marineros se dio cuenta de lo que estaba pasando e inmediatamente corrió, y tomando la bandera la clavó en el pedazo de mástil que aún quedaba de pie. El resto de la tripulación se dio cuenta de la acción y fue así que cobraron fuerzas para continuar la batalla.

De hecho se dice que a partir de esta victoria los ingleses tomaron un nuevo “aire” y continuaron hasta vencer la flota holandesa.

Es así que surge la expresión: “Clava tu bandera al mástil”.

Las aflicciones y luchas del diario vivir, con frecuencia van mermando nuestras fuerzas y capacidad de seguir en pie.

Después de haber luchado la única opción que nos queda es rendirnos. El tener esos sentimientos de derrota no debe avergonzarnos. En ocasiones hasta puede ser bueno ya que nos muestra la fragilidad de nuestra naturaleza y es así que podemos pedir la ayuda de Dios en esas circunstancias.

El apóstol Pablo escribe en una de sus cartas lo siguiente: “Que estamos atribulados en todo, más no angustiados; en apuros, más no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2ª Cor. 4:8-9).

Si bien es cierto que el optimismo es una excelente actitud que nos ayudará a mantenernos en pie, no podemos olvidar lo más importante: “Dios te necesito hoy más que nunca…ayúdame”.

Esta podría ser una oración muy sencilla pero de un corazón sincero a Dios es como un bálsamo de refrigerio a nuestra vida abatida y quebrantada.

Estimado lector, agradezco su atención a estas líneas.

Quizá se esté pasando por un tiempo difícil en su vida y en lo más profundo de su ser se pregunte que hacer ante la inminente derrota.

Déjeme decirle: Corra al mástil y clave su bandera, levántese y luche.

Tome un momento de reflexión, enciérrese en su habitación y hable con Dios, dígale que le necesita… “Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme. Puso en mis labios un cántico nuevo, un himno de alabanza a nuestro Dios” (David, Salmo 40:1-3). Gracias por su atención… Excelente Fin de Semana.


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