Select Page

El Remordimiento

Allá por el año de 1940 sucedió un caso interesante. Un hombre ya entrado en años entró a una de las oficinas de una estación de ferrocarriles en Canadá y preguntó:

– ¿Cuánto cuesta una traviesa? (es la viga donde descansa la vía). Esta pregunta dejó atónito al dependiente de la oficina ferroviaria pues en todo el tiempo de trabajo que tenía ninguna persona le había hecho tal petición.

Después de algunos momentos halló la respuesta,

– Pues, cuestan ochenta dólares. El anciano sacó de su billetera la cantidad y la puso sobre el mostrador. Viendo la cara de quien atendía el mostrador que no sabía qué hacer en ese momento el anciano le dijo con una franca sonrisa:

– Mire, hace  treinta y nueve años, en 1901, robé una traviesa de ferrocarril en uno de sus almacenes, pero desde que me hice cristiano mi conciencia no me ha dejado en paz aquel hecho vergonzoso, el hecho me remuerde mi conciencia cada día y ahora quiero saldar aquella deuda para estar libre.

La honradez es uno de los valores que demandamos de los demás en nuestra sociedad.

En las pláticas cotidianas esbozamos nuestro punto de vista al respeto y coincidimos que sería muy bueno en todos los ámbitos se practicara como un estilo de vida, pero la realidad es que es una rareza encontrarla en nuestra sociedad.

Son contadas las ocasiones que escuchamos de actos de honradez en el trabajo, en la escuela y aun mismo en el seno familiar. Y es más preferimos olvidar y darle vuelta a la hoja cuando se requiere arreglar cuestiones en las que hemos quebrantado nuestra palabra con alguna acción deshonesta.

Si nadie vio o nadie dijo nada, pues a olvidarlo pues total para que hacer un “agujero” en donde en la apariencia no lo hay.

Cierto hombre tomaba diariamente el ferrocarril hacia su trabajo pero en muchas ocasiones se le hacía tarde y alcanzaba el tren subiéndose por la parte de atrás y de esta forma no pagaba su boleto pues el checador había ya pasado a verificar que los pasajeros tuvieran sus boletos, de todos modos se bajaba en la siguiente parada, pensaba el hombre.

Sin embargo cuando esto ocurría, el hombre al día siguiente compraba dos boletos y presentaba uno al encargado y el otro lo rompía y lo tiraba a la basura pues él decía que quería tener una conciencia limpia, sana y libre de remordimiento por cuentas pendientes.

Hay una historia interesante en La Biblia; un hombre llamado Zaqueo tuvo un encuentro con Jesús y este le recibió con un gran banquete en casa. Sentados a la mesa algunos invitados murmuraban haciéndose la pregunta del porqué Jesús había ido a comer en casa de semejante hombre, ya que este era cobrador de impuestos y solían estos tener no una muy buena fama con respecto a las finanzas.

De pronto, Zaqueo se puso en pie y exclamó: “Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguien, se lo restituiré cuadruplicado”. (Lucas 19:8 NBLH).

Esto causó una gran admiración en Jesús a tal grado que al oír esto expresó: “Hoy ha venido la salvación a esta casa”.

Vivir con una conciencia libre es vivir en paz con Dios. No hay precio que pueda acallar nuestras conciencias, el remordimiento, pero hay un detalle más y esa es nuestra honorabilidad.

“Vale más tener buena fama y reputación, que abundancia de oro y plata” (Proverbios 22:1 NBLH). Que tenga un excelente Fin de Semana, gracias por su atención.


TAGS