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El lado oscuro y negativo de las mujeres siempre ha salido a flote, siempre he escuchado que somos conflictivas, envidiosas, problemáticas, emocionales, traicioneras, desleales, etc. Yo creo que este lado oscuro es diminuto en comparación a todas las cualidades y virtudes que tenemos, lo que sucede, es que hemos olvidado el origen de nuestro poder.

Las mujeres tenemos un sexto sentido que nos alerta del peligro tanto para nosotras como para los nuestros; tenemos un lazo afectivo y muy influenciable en nuestros hijos, todo aquello que les decimos causan impacto en sus vidas; cuando son pequeños creen completamente en nosotras,  pueden tener miedo en las noches y nuestras palabras les dan valor para dormir, aunque muchas veces el fantasma que creen ver siga ahí, pero confían en nuestras palabras.

Tenemos el poder de consolar y fortalecer a una amiga triste o preocupada, esta capacidad viene de nuestro lado emocional, somos perceptivas para encontrar el momento adecuado al hablar con nuestros esposos para lograr que entren en razón o sigan nuestro consejo, somos capaces de escuchar durante horas a otro ser que esté pasando una situación difícil, buscamos opciones y lo animamos a seguir. Cuando nos proponemos algo lo logramos, somos persistentes. Lo imposible no existe cuando tenemos coraje en la vida.

Tenemos una conexión profunda con Dios, y cuando acudimos a la oración siempre hay una respuesta. Hay una fuente inagotable de amor en nuestro corazón, es por eso que podemos dar y dar  y a veces no recibir nada a cambio. Tenemos una fortaleza tanto física como emocional que atraviesa fronteras. Somos pilares  y cimientos de nuestros hogares, somos quienes enseñamos e inculcamos ideas y valores. En nosotras está el romper paradigmas para que  las hijas mujeres se den cuenta de lo valiosas que son.

Todo esto ha sido olvidado, por eso siempre sale a relucir el lado oscuro. Si nos enseñaran desde pequeñas a que no hay por qué competir con otras,  a ser leales entre nosotras, a que cuando una brille las demás la apoyen. Si supiéramos que no somos enemigas que podemos ser aliadas. Si entendiéramos que todas pasamos situaciones tristes y difíciles en la vida; si las mujeres mayores comprendieran a las más jóvenes, en cuanto a las etapas que se viven, como cuando se tiene un bebé, cuando es difícil la crianza de los hijos, cuando se está deprimida, o se sube de peso o se envejece, cuando no da tiempo de arreglarse o hay un divorcio.

En vez de estar compitiendo y repitiendo de generación en generación las mismas frases: “Si yo pude con tantos hijos, tú también puedes”,  “deberías bajar de peso”, “busca un trabajo y que te cuiden a los hijos”, “estas así porque quieres”… y esto no ayuda en nada porque cada quien vive situaciones diferentes, caminos distintos, y no siempre la solución que le demos a otra mujer es la indicada  para su momento de vida.

Creo que podríamos ser más flexibles, más comprensivas, podríamos sentirnos felices de ver triunfar a otras mujeres, admirar la belleza física e interior de las demás. Recordando que somos poderosas podemos lograr lo mismo que otras, ¿porque no comenzar a vivir y a usar este poder para ayudarnos y fortalecernos? Todas tenemos luz propia, no tenemos por qué apagar la luz de las demás.
Y por último, a lo largo de mi vida he conocido muchas mujeres sorprendentes, es por eso que les dedico esto:

Admiro a las mujeres fuertes, aquellas que han caído y se han sabido levantar, aquellas que libran batallas diarias y que cuando sufren, lloran en silencio para que nadie vea su debilidad, aquellas que oran cuando las tribulaciones de la vida se presentan tan inesperadamente poniéndolas a prueba en su fe. Admiro a aquellas mujeres que saben dar palabras de aliento para levantar a otros en su camino, cuando ellas tienen un gran dolor en su corazón, sintiéndose en algún momento devastadas, admiro cuando una gran mujer reconoce haber aprendido algo de una situación fuerte en la vida no rindiéndose ante nada que se presente… y es más grande mi admiración cuando estas mujeres deciden seguir viviendo con un espíritu enorme, un espíritu guerrero y valiente, cuya recompensa algún día será igual de grande e increíble.


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