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Es el anciano con la cabeza inclinada por el desgaste de una columna ya vieja, que siempre tienen un SI para las voces ocurrentes de los nietos;
La mujer hacendosa con la cabeza blanca que aun atina a cocinar sabroso, y aunque pasen los años sabe el platillo favorito de cada hijo, y lo sigue viendo como si fuera un niño;
Es el viejo que abre los ojos como platos, cuando escucha por teléfono: “te quiero mucho abuelito”;
Es la mujer madura pero esbelta, que presume a sus nietos como los niños más perfectos, y que gusta que le hablen por su nombre;
Son aquellos viejos con caras de buena gente, que aun teniendo diez nitos, se acuerdan –con dificultad- de cada nombre y saben repartir en partes iguales su amor siempre eterno;
Son los que saben esperar siempre, si éste fin de semana no los visitaron, hacen que nazca de inmediato la esperanza de que ya será el próximo domingo;
Pero también son aquellos que la vida no les dio la oportunidad de saborear la palabra: “nieto” y que, en una ensoñación sin demanda, disfrutan de los nietos que pudieron haber tenido, y que reparte el amor con sobrinos como reyes magos en época de barata;
Son los que los que se quedaron solos, pero al estar juntos no solo se acompañan y se ayudan, sino se siguen amando, aunque ahora las cosas se realicen en forma lenta y a veces con más dificultad;
Es el que tiene la experiencia más maravillosa de la vida, y que no se aprende de libros o maestrías; es el haber vivido semanas y meses contra huracanes y dolencias, pero que ahora está allí contando historias fantásticas a sus nietos, y estos con os ojos abiertos imaginan a su abuelo mejor que Superman o el capitán América;
Los abuelos son la mejor definición de amor y esperanza.
Felicidades.


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