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Mucho he hablado de amor, del amor por uno mismo, pues son una ferviente creyente de que es aquí donde radica todo nuestro bienestar, es el cimiento más fuerte que tenemos y que permite que como cualquier árbol, podamos mantenernos de pie a pesar de las tormentas y vientos.

Cuando uno se descubre a sí mismo, se maravilla de la grandeza de cosas que puede resguardarse bajo una piel, nos hacemos conscientes de que somos un partidazo para cualquiera que se nos pare enfrente, sin embargo a pesar de ser todo un estuchote de monerías, muchas veces no tenemos pareja.

Hace muchos, muchos años, los cuentos de hadas tenían una constante, después de que la princesa sufría un calvario tipo “La Rosa de Guadalupe”, lograba encontrar el amor y vivía feliz para siempre, es decir, la felicidad la lograba después de encontrar a su pareja, fuimos creciendo y al llegar a las reuniones familiares – y tener ya la edad de poder sacar el INE – nos volvíamos el blanco perfecto para que nuestras tías nos preguntaran ¿y el novio? ¿Y la novia, mijo? Y un poquito más grandecitos ¿No te vayas a quedar pa’ vestir santos?, es decir, cada uno de los rincones de la sociedad nos hace creer que la felicidad la logramos solo si conseguimos tener pareja y , ahí vamos, prendiéndole velitas al santo del amor, mientras colocamos su mundo de cabeza.

Otras letras en este espacio les han contado que el propósito de la pareja no es hacernos feliz, sino más bien se cruza en nuestro camino para ver reflejado en ella mis luces y sombras y hacerme consciente.

La pareja nos hace de espejo, pues la vida nos pone en constante equilibrio y cada uno se esta sanando a través del otro pues están encontrando lo que no pueden darse a si mismo.
Cuando empezamos a comprender que la vida nos muestra, a través de la pareja nuestra otra polaridad fuera, pero de repente llego a un punto en el que me quedo solo ¿Por qué?
Una de las principales razones es porque me relaciono con los demás desde la dependencia emocional, antepongo las necesidades de los otros a las mías para no quedarme solo y es aquí donde la vida me enfrenta a uno de mis miedos, la soledad.

Este plan del universo, la conciencia cósmica, Dios o como prefieran llamarle es con mucha maña, ya que al enfrentarme a ella seguro voy a trascenderla. Si tengo miedo a manejar la única forma de vencerlo es atreverme a manejar, si tengo miedo a hablar en público, la única forma de perderlo es hablando en público, si tengo miedo a la soledad ¿Cómo lo trasciendo? Quedándome solo, ya que si yo no trabajo sobre esta lo único que voy a lograr es establecer relaciones carentes, relaciones basadas en contratos de cobertura mutua de necesidades, y es por este miedo a la soledad que me someto, complazco o manipulo o mendigo o domino o compro el amor.

Pero cuando la vida ve que estás preparado para dar un salto evolutivo para trascender este miedo que te tiene preso en una relación que en realidad no te llena porque no experimentas la plenitud, te empuja para sanarlo.

Y es aquí donde viene un regalote, pues es en este estado donde – si somos inteligentes y le sacamos provecho – terminamos por hacernos amigos de nosotros mismos. Nos consentimos y nos metemos en un spa personal que nos permite conocernos, hacer introspección, saber que nos gusta, que queremos, cuáles son nuestras pasiones, nuestros hobbies, necesidades, apetencias, y preferencias.
Como diría Jodorowsky “Para amar hay que emprender un trabajo interior que sólo la soledad hace posible.” Y doy fe de ello.

Por otro lado, las energías hacen de las suyas pues el hecho de estar – y permanecer solo – tiene que ver desde donde estoy vibrando – en el amor o en el miedo -, en que grado de confianza tengo en mi mismo, por eso, como es un tema energético, cuando por ejemplo nos gusta alguien y estamos al pendiente de que nos envíe un mensaje, que nos llame y nos angustia que no lo hace y percibimos como es que él o ella termina por alejarse, terminamos por cuestionarnos porque lo hizo, si no hemos hecho nada malo, si he sido amable, prudente, no le he atosigado con mensajes pero … ¡El mundo es mental! Y no es lo que yo hago, es lo que yo pienso, entonces cuando estamos vibrando en la carencia podemos alejar a esa persona con la que queremos estar o la posibilidad de tener una pareja.

Al final se trata de cómo está la energía acomodada en nosotros, si nos relajamos, nos llega, si no estás pensando en ello desde la carencia, nos llega, pero si tu estamos buscando – que es el reflejo de que en realidad no hemos aprendido a estar solo – le afirmamos al universo que no lo tenemos y estamos vibrando así en la carencia y entonces atraigo otro ser carente que esta en la búsqueda también y es aquí donde el cuento termina por no gustarnos, pues durará poco y nos terminara reflejando esa necesidad.

Si nos relajamos y fluimos con la vida la pareja llega – si tiene que llegar – siempre y cuando no estemos pasando por aprender a sortear la dependencia.

Atrevernos a estar solo nos ayudara a emprender ese viaje interior donde nos permite hacer ese trabajo que solo la soledad hace posible: estar conmigo mismo para aprender a amarme, a quererme, y desde aquí podré relacionarme con el otro desde otro prisma, desde otra óptica, desde otra posición.

Osho dice “La capacidad de estar solo es la capacidad de amar. Puede que te parezca paradójico, pero no lo es. Es una verdad existencial; sólo aquellas personas que son capaces de estar solas son capaces de amar, de compartir, de llegar a lo más profundo de la otra persona; sin poseer a la otra persona, sin depender de ella, sin reducirla a una cosa, y sin volverse adictos a ella. Permiten que la otra persona tenga total libertad porque saben que si se marcha, ellos seguirán siendo tan felices como son ahora. La otra persona no puede arrebatarles su felicidad, porque no es quien se la ha dado.”

Dejemos a la vida que haga sus procesos, dejemos que la vida cumpla sus ciclos, dejemos que la vida nos muestre los escenarios necesarios para nuestra sanación.


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