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El día que llegaron los virus
Crónica en tiempo real.
Dr. Antonio Peralta sánchez
Marzo, 2020.

Para Jacinto y Marina la vida les había dado diríase de más, porque, aunque ya pasaban los 70 años, su apariencia era fuerte y plena de salud; no faltaban los achaques que de no existir sería como estar ya navegando en la otra vida.

Desde que sus hijos se fueron a trabajar a Estados Unidos, y de esto ya hace casi 20 años, son solo las llamadas ocasionales que les avivan el alma, y le duele
mucho a Jacinto porque su mujer llora casi siempre el resto del día.

No se han movido del mismo lugar donde hace tanto tiempo una de sus hijas les sentenció que no deberían abandonar nunca, y que ella se encargaría de enviarles dinero para pasar la vida.

Fueron solo pocos meses de ayuda escuálida, y además bien justificada por Marina, dado que los gastos en la Unión Americana son muy elevados, bueno así le dijeron, que ahora solo les basta con saber que se encuentran bien y que de vez en vez piensan en ellos.

Jacinto es zapatero, y aunque ahora son ya pocos los que se arreglan el calzado, casi siempre prefieren comprar nuevos, descubrió que tiene una habilidad única y que se da en pocos.

Diseña calzado para bebés y niños. Se dio cuenta de que puede inventar y cruzar los límites inimaginables para diseñar productos que a sus clientes les agradan mucho. Se ríe cuando llegan hasta a su casa para ver los modelos, y él sabiendo que solo fueron unos minutos para el dibujo, todos creen que requirió de mucho esfuerzo para plasmar el trabajo.

Sus diseños los lleva también a la obra misma, crea los primeros zapatos, y ya después los vende a precios muy bajos, sabiendo que su cliente los re-venderá a mayor precio y será el que gane más, pero no le importa, porque es con el mínimo esfuerzo y es suficiente para vivir su vida discreta con la mujer de su vida. Salen poco, y cuando lo hacen es para caminar en el parque y visitar la iglesia donde siempre los espera el Señor de los Trabajos, quien sin compromiso alguno siempre los cuida.

Hace 3 semanas para sorpresa de ambos llegó hasta su casa un sobrino que de tanto no verlo hasta lo desconocieron, les dijo que venía de Estados Unidos y que su hija le había recomendado los pasara a buscar para que lo ayudaran, porque la vida lo había tratado muy mal, y ahora enfermo no encontraba trabajo.

Más por caridad que por parentesco lo aceptaron y descubrieron pronto que traía mañas peligrosas. Era insoportable el olor a mariguana por las noches, y los vecinos del edificio les hicieron saber de inmediato de su rechazo, e inclusive con la amenaza de llamar a la policía.

Jacinto lo despidió por la mañana, y tarde se dio cuenta que hasta su reloj de oro que tanto cuidaba se lo había llevado. ¡Qué bueno que terminó en esto, y no que hayamos tenido que recurrir a la policía ¡se consoló Jacinto el Artista, como le gustaba que le dijeran sus clientes de los zapatos.

Apenas hace 4 días que Marina no se siente bien, y esto de verdad le preocupa a Jacinto; ella no sabe enfermarse y hasta ha imaginado que es invencible, porque cuando a él le da la tos, ella con una paciencia de santa lo cuida hasta que se recupera.

La tos es tan intensa ahora en ella que difícilmente puede dormir, y ya entada la madrugada se le calma un poco con el té de ajolote que tanto le recomendaron.

Jacinto sabe que los dos ya están viejos y que además están solos, pero la fe que tiene en la vida le da la fuerza para luchar a brazo partido por su Marina.

Siempre le ha gustado leer el periódico, y sabe muy bien y hasta diría después demás, que existe una terrible epidemia en el mundo, que empezó en China y que ahora mismo después de sembrar muerte en Italia, tal parece que quiere asentar sus reales en México.

Hasta hace algunos meses le tranquilizaba el desparpajo del presidente López Obrador –su mero gallo-, pero ahora lo ve lento y más cuando recurre a sus estampitas, escapularios y a la buena suerte que imagina siempre debe tener un mexicano.

Hoy es 21 de marzo de este 2020, y Jacinto tiene mucho miedo, sabe que su Marina está enferma y hasta ha soñado que ya la invadió el famoso coronavirus.

Muy temprano, porque en realidad casi ni durmieron se fueron al hospital general, Su Marina se ve decaída y ya no solo es la fiebre y la tos, sino que no alcanza el resuello, y él la quiere ver bien.

Para su buena suerte, tan pronto llegaron una doctora joven, que bien podría ser su nieta, la atendió con esmero y le dijo a Jacinto que Marina estaba muy grave, que sus pulmones estaban infectados y que era muy necesario su internamiento.

Él tiene que irse a su casa y no salir, porque Marina tendría que estar en terapia intensiva y contactada a una máquina para respirar. –

No lo dejaron entrar más allá de la sala de espera, y vio con mucha claridad los bonitos ojos de Marina cundo se despidió muy apesadumbrada.

Jacinto sigue sentado en la sala de espera, sabe que fue el pariente de la mariguana quien trajo la infección, y le da rabia, se cubre la cara para llorar, pero en realidad nadie se da cuenta. Se confunde con otros familiares que salen y entran, pero él vive ahora a lo lejos con Marina contactada a un tubo de vida….

 

II

El tiempo como pasmado por los acontecimientos parecería que camina más lento.

Ya son cuatro días que Jacinto no ve a su Marina, le brinca el corazón cuando la trabajadora social con un rostro aburrido le informa que continua grave, y que no se aparte de la sala por cualquier noticia.

El mismo día que la internaron le pidieron varios medicamentos, y ya casi al final el Médico encargado de la terapia intensiva le dijo como preparándolo para algo, que su estado era grave, y que lo mejor sería que lo platicara con su familia.

Jacinto respira con alivio cuando la trabajadora social se va sin haberlo llamado, inclusive como si eso cambiara algo, hasta se esconde de su mirada.

Solo tiene un amigo y desde que internó a su mujer cómo quisiera platicarle lo que siente, sabe que sus hijos, aunque quisieran no pueden venir porque están como indocumentados.

Vicente tiene su misma edad y es de los pocos peluqueros a la usanza antigua que quedan en la comarca; como todos los viejos le gusta platicar de los tiempos idos, de cuando se podía platicar mucho tiempo sin la interrupción de un teléfono celular, y caminar sin miedo por las calles hasta caída la noche. Su peluquería se llama: “El gran tocador”; siempre que puede Jacinto se burla del nombre, porque sabe que no fue un gran futbolista, pero de inmediato Chente le revira que en las lides del amor fue como el que más.

Cuando se enteró que Marina estaba hospitalizada, bajó la cortina de su negocio, y le pidió a su hija que desde que quedó viudo vive con él, que lo acompañara al hospital. Sofía tiene 43 años, estuvo casada pocos años, y ahora vive con su padre.

Llegaron hoy mismo después del mediodía a la sala de espera del hospital.

Aunque grandes rebanadas de luz entran por los ventanales, se ve triste. Chente encuentra con rapidez a su amigo, y sin importarle “Susana distancia” se apresura y lo abraza con ternura.

Cuando una viejita llora se ve muy natural –así nos enseñaron-, pero cuando dos hombres abrazados los hacen, exprime el corazón.

Jacinto se siente en puerto seguro, y no hace falta dar mucha información, pero sí hace falta decir que el milagro de la amistad ha empezado a desgranarse.

Después de dejarlos sabiamente unos momentos, Sofía se acerca y convence a Jacinto para que vaya a su casa a descansar, necesita dormir asegurándole que ella se quedará hasta el día siguiente, que dirá a los informantes que es la hija para lo que haga falta.

Los dos viejos salen del hospital hablando poco, pero sabiendo ambos que el mundo ahora lo pueden repartir en dos partes, que el dolor se carga mejor cuando dos se ayudan.

El departamento de Jacinto ha envejecido mucho en estos días.

Sentado en la cama descubre que la oscuridad es intensa, que las cortinas siguen cerradas y que el olor a humedad se ha acentuado, y que ahora inclusive huele a cloro. Se promete que ahora que regrese su mujer arreglará todo; piensa también, que hará más dibujos de zapatos de niños para ganar más, y poder hacer lo que siempre han soñado y pospuesto: una semana en el puerto de Veracruz.

Cuando despierta todo espantado se da cuenta con dificultad que ya es un día nuevo, que ha dormido más de doce horas sin darse cuenta, y todo apresurado se baña, come, y sale apresurado pensando en su Marina. Sus vecinos no lo saludan, pero sabe bien que lo están viendo por las ventanas, parecería que le tiene miedo, ¿le tienen miedo?, una niña del departamento vecino sale y lo saluda, pero su madre con rudeza la mete como si fuera la imagen del que no es bueno. Juvencio cae en la cuenta que le tienen miedo porque creen que los puede contagiar del famoso virus en forma de corona.

Siente rabia y coraje, y así solo pensando, imagina que ahora sucede como dice Juan en el nuevo testamento, cuando los leprosos tenían que andar con una campana en el cuello, es obvio concluye que le fueron a echar cloro a la puerta para ahuyentar el virus. ¡maldita ignorancia!

Cuando llega al hospital encuentra a su amigo Chente que platica con su hija Sofía, le informan que una doctora muy joven lo ha buscado con insistencia, su rostro se descompone y tiene miedo de lo que algo haya sucedido.

Sofía lo tranquiliza y le asegura que el día de mañana vendrá nuevamente a ayudarlo. Es ahora Vicente el que le pide las llaves de su departamento para que por la tarde junto con su hija lo vayan a asear y ponerlo como nuevo para cuando regrese Marina.

Los abraza y besa a ambos sintiéndolos muy cerca de su vida.

Se trata de la doctora que recibió a su mujer, no la podría olvidar, es bonita, pero sobre todo es buena. Le explica con cuidado que su esposa sigue muy grave, y que ha conseguido que pase a verla a lo lejos, lo ayuda vestirlo como astronauta, y así suavemente como un vals de Juventino Rosas lograr ver el rostro inmensamente bello de su mujer…

III

Jacinto enfundado en ropa de médico, con mascara transparente, gorro azul y guantes de goma casi ni quiere respirar; Quiere dibujar en su mente el rostro bello de Marina, que no se le escape ningún espacio, su frente, su nariz y sus labios.

Llora, pero nadie se da cuenta porque todos camina uniformados en la misma vestimenta.

La doctora le dice que es tiempo de irse, y mientras bajan los tres pisos ella tomándolo del brazo, Jacinto la ve radiante y ahora imagina en sus adentros que seres humanos como la doctora le dan sentido a la vida.

Sabe que se llama Adriana y que recién terminó la especialidad de Medicina Interna. Se llena de emoción cuando le dice con serenidad que ella estará siempre pendiente de su esposa. Logra averiguar que sus zapatos son del número 6 y que en estos días trabaja hasta 48hs, consecutivas.

Ya han pasado 4 días desde que pudo ver a su Marina, y los informes en forma invariable es que sigue grave.

Después de que pudo verla a lo lejos decidió hablar con sus hijos para contarles del estado de su madre. Su hija no dejó de llorar y queriendo volar, le aseguró que muy pronto estaría con ellos. Al parecer en nada cambió el hecho de que su padre les dijera que él estaría como siempre pendiente, y de que su amigo Vicente siempre estaba con él, su hija estaba dispuesta a regresar, aunque ya fura después casi imposible regresar a su trabajo en los estados Unidos.

Jacinto tenía la esperanza de que la doctora Adriana curaría a su Marina, había visto la chispa en sus ojos, esa chispa que hace milagros y desde ese momento se dispuso a aceptar que esa fuera la realidad.

Recurriendo a su arte único y excepcional, compro un par de tenis del número 6 y haciendo diríase cortes casi quirúrgicos, fue diseñando unos nuevos zapatos intensamente femeninos, pero con la soltura de un calzado aliado para el descanso. Ya tenía el regalo para el ángel de la guarda de su mujer, y eso le alegró este día que empezó con noticas alarmantes de que la epidemia del virus estaba alcanzando límites insospechados.

Los medios de comunicación, así como las redes sociales tan de moda ahora, se han encargado de azuzar a un pueblo siempre presto a las noticias de escándalo de que la tragedia es inminente. Jacinto lo ha entendido y se siente desilusionado por no ver al líder en el que creía, que tome las riendas con donaire, y ya le da pena el que en estos momentos aciagos siga con su lucha imaginaria de conservadores contra liberales.

Pero hoy es un día de fiesta, la Doctora Adriana le dijo que le tenía muy buenas noticias y que fuera después del medio día; rápidamente le fue a contar a su amigo Vicente, para que ambos acudieran al hospital.

La fe de Jacinto en la doctora le ha hecho tanto bien que ya ha empezado a pensar en sus vacaciones en el puerto de Veracruz, sueño que junto con su Marina lo había dibujado muchas veces.

Con dificultad Jacinto parpadea, la doctora le está diciendo que todos los médicos están felices porque Marina ha evolucionado tan bien que no solo ya no está conectada a un ventilador, sino que se ha decidido ser enviada a una sala llamada terapia intermedia, y que está segura de que en una semana estará en su casa.

Jacinto no oculta el llanto, y así con un acto de intensa gratitud le ha pedido a la Doctora Adriana se pruebe los zapatos que él mismo diseñó para ella; sorprendida lo hace con la ayuda de Jacinto que rechaza de inmediato, aplaudiendo no solo porque le quedan a perfección, sino porque sabe que podrá presumir unos zapatos únicos porque fueron hechos a su nombre y a su medida.

Agradecida y conmovida también hasta las lágrimas antes de irse le pide que no hace falta que esté todos los días, que de acuerdo con el protocolo él debe quedarse en casa y acudir cuando se le indique a realizarse unos estudios, que ella estará pendiente de su esposa, que además le confiesa en secreto que ya ha estado platicando con ella, y sabe que tan pronto puedan se irán una semana al puerto de Veracruz.

Jacinto se siente descubierto y se sonroja agradeciendo con el alma que existan médicos como la Doctora Adriana.

Finalmente, ella le dice que cuando esto pase le envíen fotos de su renovada luna de miel, y sonríe alejándose con sus nuevos zapatos hechos con fibras de amor.

Hoy día necesitamos muchos milagros como el de Marina y Jacinto, y que los zapatos que Jacinto el artista le diseñó a la Dra. Adriana lo reciban todos los médicos y médicas, enfermeras y enfermeros que no se cansan de dar atención, pero sobre todo amor.


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