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Había una vez un hombre rico que tenía un corazón muy generoso con su prójimo; siempre ayudaba a todo aquel que se le acercaba, si le pedían prestado dinero, prestaba, si alguien necesitaba comida, veía la forma de hacérsela llegar, si algún amigo quería sacar un auto éste hombre firmaba de aval, y hasta le ayudaba con sus pagos, así también vendía o hipotecaba algún terreno que tuviese con tal de ayudar a sus conocidos; apadrinaba a cuanto niño le pidiese esto y más a los hijos de sus mejores amigos.

La gente lo admiraba y elogiaba por estar siempre tan dispuesto y tener ese “gran corazón”. Pero, lo que nadie sabía es que en su casa, dentro de su propio hogar, era totalmente un tacaño, un miserable para con su esposa e hijos, quienes vivían las carencias y a quienes les quitaba todo por darle a otros y quedar bien con ellos. También era miserable con él mismo, pues nunca se compraba nada, todo lo que él tenía era de aspecto muy viejo y gastado. Un día este hombre murió, y todas sus riquezas pasaron a sus hijos, quienes habían sido criados en la carencia.

El mayor guardó toda su herencia hasta el último centavo, repitiendo para con su esposa e hijos lo que había vivido con su padre, y nunca ayudo a su prójimo, fue igual de tacaño hasta con él mismo, pues jamás se le veía con buenas ropas o zapatos y siempre mendigaba todo.

La hija menor derrochó cuanto pudo de esta herencia, lo gastó todo y quedo viviendo en la miseria otra vez.
Los hijos de este hombre habían mal aprendido que no eran merecedores de nada; la hija aprendió que si había algo, si le tocaba un pedazo de algo, se lo tenía que gastar antes de que se lo quitaran, y así las malas decisiones los llevaron a la ruina y a repetir la conducta de su padre.

Para atraer maldición a tu vida basta con quitarle a tu sangre lo que les corresponde; siempre he dicho: primero tus hijos, tu esposa, tú mismo, y si te sobra y quieres compartir, entonces ayuda al prójimo. Hacerlo al revés solo trae desgracia.

El tacaño se reconoce porque evita hacer gastos que perfectamente podría hacer, sin que le causen ningún problema. Generalmente tienen ingresos sólidos y una posición estable. Si le preguntas, te dice que precisamente su condición es buena porque se han esmerado en ahorrar y no gastar en tonterías. Es el tipo de persona que usa la misma ropa durante años para no gastar. No utilizan el teléfono, apagan todas las luces y compran los productos más baratos en el supermercado, aun si son de baja calidad.

Lo más grave es que quien es tacaño no solamente lo es con el dinero también lo es con sus emociones, sus afectos y su propio despliegue de energía vital. El tacaño guarda para sí todo lo que puede y, en esa medida, no es una persona prudente, sino alguien atrapado en una cárcel interior.

El corazón se enferma cuando no da. Cuando damos a nuestros hijos o pareja, en forma generosa e incondicional, estamos purificando nuestra riqueza, nuestros bienes, y ultimadamente nuestro espíritu.

Cuesta cambiar lo aprendido, pero podemos desaprender y aprender nuevamente. En cuanto a la tacañería, una buena plática con la pareja, hacerle ver el daño que causa, lo que está sembrando y las consecuencias que vendrán, tomando medidas a tiempo puede dar como resultado un cambio. Sin embargo hay personas que no cambian y que prefieren perder a la persona amada o a sus seres queridos en vez de tomar otra actitud.

Así que antes de ver por los demás, ve por los tuyos, por tu hogar, para que la bendición siga llegando y permanezca a través de las próximas generaciones en tu familia.

Como dice el refrán ” ‘Viven pobres y mueren millonarios'”.


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