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Voy caminando por los pasillos de la Facultad y escucho a un alumno decir: “Pues yo le dije a el/la Mtr@ que yo no sabía nada de X tema, y que no sabía cómo había llegado hasta aquí en la carrera, y la/el Mtr@ me contestó, pues échale ganas” y le responde su otro compañero: “Pues sí, la cosa es pasar”.

Caminé un poco más y me quedé pensando si como sociedad no nos estaremos contagiando de alguna enfermedad cognoscitiva llamada “La cosa es”. Les explico por dónde va este diagnóstico cuya cura se aleja cada día más y más de nuestras manos. Esta enfermedad afecta la calidad de vida de la humanidad, y del mundo.

Les comparto algunos síntomas de “la cosa”:

No importa por quién votes, la cosa es que tienes trabajo.

No importa con quien te cases, la cosa es tener pareja.

No importa si no sabes, la cosa es pasar.

No importa de qué te alimentes, la cosa es comer.

No importa a qué te dediques, la cosa es tener dinero para irla pasando.

No importa si tiras tu basura en la calle, la cosa es que tu casa esté medio limpia.

No importa pasar sobre los demás, la cosa es que tú estés “bien”

Y así sucesivamente, vayan llenando los espacios.

Y podríamos preguntarnos entonces ¿Qué están haciendo las escuelas? Sin embargo, es necesario tener en cuenta que los estudiantes pasan menos del 15% de su tiempo en la escuela. Si bien no hay duda de que la escuela es importante, una serie de estudios recientes nos recuerda que los padres lo son aún más.

Un estudio publicado a principios de este mes por investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, la Universidad Brigham Young y la Universidad de California-Irvine, considera que la participación de los padres – sobre inculcar valores a los hijos, enseñarles un pensamiento crítico, por ejemplo- es una de las influencias más poderosa en el rendimiento académico de los estudiantes.

Y quizá la pregunta que deberíamos estar haciendo, es qué están haciendo los padres por educar a sus hijos.

A mí me da miedo pensar que nuestro futuro pueda caer en manos de gente tan apática que su respuesta para dar soluciones a los problemas sea: “La cosa es”.

Creo que conviene tener muy presente, nuevamente, que los padres importan, un punto aclarado por décadas de investigación muestra que una gran parte de la ventaja académica de los niños de familias acomodadas proviene del “cultivo constante” en comparación con el estilo de laissez-faire más común en familias de clase trabajadora.

Pero esta investigación también revela algo más: que los padres, de todos los orígenes, no necesitan comprar costosos juguetes educativos o dispositivos digitales para sus hijos con el fin de darles una ventaja.

No es necesario que el chófer lleve a sus hijos a clases o cursos de preparación para exámenes. Lo que necesitan hacer con sus hijos es mucho más simple: hablar.

Pero no cualquier conversación. Aunque la conocida investigación de los psicólogos Betty Hart y Todd Risley ha demostrado que los padres profesionales hablan más con sus hijos que los padres con menos preparación académica, lo que resulta en una brecha de 30 millones de palabras cuando los niños cumplen tres años.

La investigación reciente está más encaminada a conocer qué tipo de charla los niños necesitan tener en el hogar para que tengan éxito en la escuela y en la vida.

Por ejemplo, un estudio realizado por investigadores de la Escuela de Salud Pública de UCLA y publicado en la revista Pediatrics encontró que las conversaciones bidireccionales entre adultos y niños fueron seis veces más potentes para promover el desarrollo del lenguaje que los interludios en los que el adulto solamente hablaba.

Participar en este intercambio recíproco les da a los niños la oportunidad de probar el lenguaje por sí mismos, y también les da la sensación de que sus pensamientos y opiniones son importantes. A medida que crecen, este sentimiento ayuda a los niños a convertirse en defensores asertivos de sus propios intereses, les importan los demás, y sobre todo les ayuda a que su respuesta vaya más allá de un simple “La cosa es”.

Si bien las conversaciones que los padres tienen con sus hijos cambian a medida que los niños crecen, el efecto de estos intercambios en el rendimiento académico sigue siendo fuerte. Y nuevamente, la forma en que las madres y los padres hablan con sus hijos hace la diferencia.

La investigación de Nancy Hill, profesora de la Escuela de Educación de Graduados de la Universidad de Harvard, descubrió que los padres desempeñan un papel importante en lo que Hill llama “socialización académica”: establecer expectativas y establecer conexiones entre el comportamiento actual y los objetivos futuros (ir a la universidad, obtener un buen trabajo, ayudar a cambiar el mundo).

Si hacemos que las familias se involucren más con el desarrollo emocional y cognitivo de sus hijos, quizá también podamos cambiar al mundo, “la cosa es” hacer algo.


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